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Su pobreza le da pena, pero también miedo.
Ella es abuela de tres niños de 2, 4 y 6 años, y teme que el DIF se los quite.
Ya una vez sucedió: cuando a su hija le comenzaron sus problemas mentales tras el parto del último de sus niños, pidió ayuda para que la llevaran a su casa.
Lejos de eso, la policía tomó a la niña con la que andaba y la entregó al albergue del DIF, de donde la rescataron tras muchos trámites legales.
Desde hace unos siete meses viven en la oscuridad y el calor de los días recientes los apabulla dentro de su vivienda.
Están en la casa de su abuela, en la calle Río Yaqui 151, entre Guerrero y Río Grijalva, en la colonia Infonavit Yucujímarit.
La señora debe alrededor de cinco mil pesos de luz y el organismo operador del agua potable ya les restringió el suministro a lo más elemental.
Para refrescarse ante el intenso calor, los niños deben esperar mucho tiempo para que se llene una tina con las pocas gotas que salen por la tubería.
El padre de los niños es electricista pero apenas realiza trabajos, cuando consigue, y la paga no es mayor a los 200 pesos diarios.
Con eso sobreviven y con lo que algún vecino les da vez en cuando.
La abuela de los niños no puede salir a trabajar, como quisiera, porque además de los pequeños debe cuidar de su madre enferma de demencia senil.
Cuando se le pregunta por la situación de su hogar, prefiere no hablar pues tiene miedo a que el DIF quiera quitarle los niños.
“Mis nietecitos tienen quién los cuide. Su madre está enfermita, es cierto, pero para eso estoy yo, sólo que la situación económica no es favorable”, afirma.
Desde hace unos días, dice, acudió a presidencia municipal, en donde le apoyaron con mil pesos, los cuales los tiene muy bien guardados para hacer frente a los gastos de la luz y el agua potable cuando logre reunir lo suficiente.
“No los he querido gastar porque tengo que pagar la luz y el agua, sólo que a como están las cosas va muy lento”, expone.
El abogado Carlos Amaya Guillén, quien conoció el caso de la familia, emprendió una campaña para ayudar a estas personas.
“Ojalá, reconociendo la generosidad con la que la vida nos trata y sensibles a estas cosas, puedan apoyar en dinero o especie”, indica.
