Muy rápido se le acabó la magia a Carlos Reinoso para seguir adelante en esa complicada labor de regresarle al América algo del respeto perdido en los últimos años. Y, para avivar su mala fortuna, la enésima debacle del club de Coapa llega justo cuando el calendario le marca su parte más complicada, la más ajetreada, entre lo que será deambular entre la Liga y la Copa Santander Libertadores.
Llegó la segunda derrota al hilo para las Águilas (Necaxa 1-0 América, jornada anterior), las mismas que han acabado de golpe y porrazo con el idilio que la afición americanista ya comenzaba a tener con su nuevo técnico. Fue un doloroso 1-2 ante Morelia, pero que, al final, resultó poco de acuerdo a lo que se vio dentro de la cancha, donde los michoacanos no quisieron hacer más grande su ventaja, humillar más a su rival, fallando oportunidades claras.
El América deshilachado, el de los profundos temores está de vuelta tras haberse ido tan sólo unas semanas de descanso. Y con ello, la decepción, la desesperanza de su afición que, con tristeza, ve cómo el desfile de técnicos por el banquillo sigue sin ser la solución para regresar a los obligados primeros planos, dejando a la teoría de los jugadores como únicos culpables de esta deshonra como la más fortalecida.
Y es que por más planes que se hagan durante la semana, ningún equipo, y mucho menos el temeroso América, es capaz de encontrar antídoto, de reponerse a una desventaja en el marcador desde antes de que el partido cumpliera su primer minuto de juego, gracias al gol de Rafael Márquez Lugo, en clara complicidad con la pasividad y desconcentración de la zaga amarilla.
Y más difícil aún que con un gol en contra tan temprano, llegue uno de los que la lógica te indica como los obligados a sacar al equipo del hoyo a cometer un error infantil, como le pasó a Matías Vuoso, al hacerse expulsar a los 15 minutos por reclamar airadamente al abanderado el que no marcara lo que él consideraba como una falta.
Si de por si las Águilas se mostraban sin cabeza, amorfas, sin una dirección correcta y partidas, con el gol en contra y la expulsión de Vuoso, terminaron por perder el rumbo, dejando que Monarcas hiciera y deshiciera en la cancha del Estadio Azteca a placer.
Fue tan mala la tarde para los de Coapa que ni siquiera su técnico tuvo el atino en los cambios, que, lejos de convertirse en un revulsivo, terminaron por sepultar las esperanzas de hacer una hombrada ante su gente y en su casa.
Reinoso equivocó, y rápido pagó el precio de su bizarra decisión de dar ingreso a Diego Cervantes tras la expulsión de Vuoso para modificar el resto de su maquinaria, porque Monarcas, vía Joao Rojas, les metió el segundo para poner una losa que, a pesar del gran esfuerzo, más empujado por el orgullo, por el puritito corazón, que tuvieron las Águilas en la segunda mitad, y que todavía les dio para un gol de Vicente Sánchez, ya fue imposible de quitarse de encima.
En América, como quedó claro ante Monarcas, cada vez son menos los comprometidos con la causa grupal, un añejo mal de este equipo, dejando que sólo esfuerzos individuales, como el de Ángel Reyna ayer, se conviertan en el arma solitaria para intentar de revertir el mal paso.
Ni los Montenegro ni los Sánchez ni los Pardo están tomando el lugar que, por obligación y jerarquía les corresponde dentro de la cancha, dejando esta causa en la de unos cuantos, muy lejana, muy vacía, algo de lo que ni siquiera la magia de Reinoso, el autollamado americanista número uno del país, es capaz de cambiar.