Nació por un “afortunado accidente”, pues nunca lo sembré; en septiembre de 2010, al estar haciendo composta en el jardín de enfrente de la casa, una semilla que se aferró a la vida, al suelo que es su vida, brotó en forma de una pequeñísima planta, después de varios días, no sé cuantos pues no me había dado cuenta de su presencia, al estar limpiando de hierbas me di cuenta de su existencia. Al ver el tipo de hoja que tenía, el jardinero me dijo que era un papayo; decidimos dejarlo para ver hasta donde crecía.
Con el tiempo el papayo fue tomando forma y se fortaleció, aguantó las heladas de febrero, pues está resguardado por una barda y dos árboles que lo han protegido desde su nacimiento, aunque sufrió los estragos como se ve en la foto de abril; los calorones y las lluvias del verano lo han fortalecido aún más, en las fotos de arriba se ve cómo ha crecido hasta la fecha. Ahora ya presenta una buena cantidad de frutos, nacidos de las flores que ha ido desarrollando.
Para conocer un poco más sobre el papayo, me puse a hacer una búsqueda en internet y encontré la siguiente información:
El papayo es de la familia de las Caricáceas, especie Carica papaya; es originario del Sur de México y América Central, aunque actualmente se cultiva en Florida, Hawai, África Oriental Británica, Sudáfrica, Ceilán, India, Islas Canarias, Archipiélago Malayo y Australia. Como se ve es una extraordinaria aportación de América Central al mundo.
Es una hierba arborescente, es decir no es un árbol, de crecimiento rápido y corta vida, de tronco recto endurecido por las cicatrices grandes y prominentes causadas por la caída de hojas e inflorescencias. Sus hojas se aglomeran en el ápice del trono y ramas y son de pecíolo largo; las flores femeninas tienen un cáliz formado por una corona o estrella de cinco puntas muy pronunciadas y fáciles de distinguir, (permítanme un momento, voy a ver las flores de mi papayo…..; ah! es femenino ¿le tendré que decir papaya de ahora en adelante?). Hay otros con flores hermafroditas y otros con flores masculinas; como el mío es femenino, ya no me interesan los demás.
El fruto es una baya ovoide-oblonga, piriforme o casi cilíndrica, grande, carnosa, jugosa, de color verde amarillento, amarillo o anaranjado amarillo cuando madura, pero esto todos lo sabemos pues no creo que haya una sola persona en México que no haya visto y comido una papaya en su vida. Las semillas son de color negro, y una de ellas dio origen a mi papayo accidental.
De la papaya se consume la pulpa principalmente, que suele ser de color anaranjado y de sabor dulce y jugoso; rica en vitaminas A y C y en potasio, es una fruta muy digestiva. La fruta es fuente de papaína, enzima proteolítico casi inodoro, soluble en agua e insoluble en alcohol y éter; se utiliza como clarificador de cerveza, en soluciones ablandadoras de carne y como droga para remedios digestivos.
Hasta aquí la información técnica sobre el papayo, lo demás está interesante e invito a los lectores que hagan su propia búsqueda para seguirse informando.
Volviendo a mi papayo accidental, lo único que me queda es desear que la gente que pase frente a mi casa y vea el jardincito adonde creció, no lo dañe al tratar de arrancar sus frutos, los que creo que no serán comestibles pues el tamaño de la planta, al estar confinada en un espacio muy reducido no creo que dé para mucho, más bien será un bonito adorno mientras esté vivo.
La enseñanza que estoy obteniendo de mi papayo accidental es de que la vida se da y se seguirá dando a pesar de todos los errores que como seres humanos cometemos, que Diosito seguirá provocando “accidentes” que nos mantendrán en este bendito planeta por mucho tiempo y que a nosotros nos toca disfrutar de esto pequeños grandes accidentes tanto como podamos.