ÁLAMOS.- En el Palacio Municipal se presentaron el bajo Christian Tschelebiew y el pianista Wilhelm Keitel, interpretando el Winterreise (viaje de invierno) de Franz Schubert (1797-1828).
Winterreise es un ciclo de lieder compuesto sobre poemas de Wilhelm Müller. La poesía romántica de Müller logró estimular la sensibilísima alma de Schubert en lo que es una doble creación, musical y poética. El resultado es una obra maestra, cumbre del lieder, y desde luego, una de las grandes obras de arte.
El ciclo consta de 24 canciones en donde se exploran los más profundos sentimientos e impresiones de un hombre que padece el amor no correspondido. Es la historia de un amor imposible, y ha tenido ya que despedirse de su amada después de tantas ilusiones e inicia una larga caminata en la gélida noche donde paso a paso, por más que por momentos intenta superarlo, se va hundiendo en su dolor.
Antes de iniciar el recital, se nos advirtió que Christian Tschelebiew estaba enfermo de la garganta pero que aún así cantaría con gusto, por lo que nos pidieron comprensión.
Una vez iniciado el ciclo con la hermosa y triste canción Gute Nacht, no parecía que hubiera problema con la voz de Tschelebiew, pero conforme fueron pasando las canciones se hizo evidente, sobre todo en el matiz piano aunque no con demasiada frecuencia. Sin embargo, Tschelebiew compensó este inconveniente con su pasión y padeció cada canción. Pudimos darnos cuenta de su esfuerzo y de su calidad interpretativa que por momentos logró conmover.
Lo que no se nos advirtió fue que el piano tenía un timbre feo, seco y sin cuerpo. ¿Dónde están los dignos pianos de concierto tras 28 años de FAOT? Muchos de los artistas que invitan, como los de esta noche, se presentan en las mejores salas de concierto del mundo en donde tienen a su disposición los mejores pianos para que puedan ofrecer lo mejor de su arte al público ¿Acaso eso no importa en el FAOT? ¿Hay que seguir usando este mal piano para los conciertos de las noches de gala?
Volviendo a los músicos, Keitel es un gran profesional y su calidad también fue patente. No es la primera vez que participa en el FAOT. Estuvo siempre concentrado y atento. En esta obra, el acompañamiento y la voz son interdependientes, uno pide a al otro.
Fue notorio que tiene un conocimiento amplio y profundo de la obra, aunque en varias ocasiones, los acordes finales de algunas canciones los cortaba demasiado pronto y daba vuelta a la página de las partituras faltando el breve reposo recapitulador. En la Der Lindenbaum (el tilo), ayudó a Tschelebiew en un pasaje con la letra que al parecer no tenía del todo segura en esta canción.
Un momento climático fue la canción Letzte Hoffnung (última esperanza) donde lograron una estremecedora interpretación mientras Tschelebiew cantaba “lloro la tumba de mi esperanza” (la traducción al español estaba siendo proyectada), su ligera afonía aquí ayudo a conferir más drama. Se sintió una atmósfera densa en el palacio.
Cuando ya todo terminó, Tschelebiew relajó el rostro y miró a su compañero como diciendo “lo pude hacer” y se dieron un abrazo.
El público salió del palacio casi en silencio, como meditativo. La fuerza expresiva y reveladora de la palabra y de la música caló hondo y la noche fría en Álamos lo fue aún más.