Jornadas de hasta 12 horas diarias laboran los trabajadores agrícolas en el Valle del Yaqui, labor que se vuelve más difícil en verano bajo los fuertes rayos del sol y cuando es común el termómetro rebase los 40 grados.
Todo por 90 pesos la jornada, si descansas en domingo no hay pago, y de prestaciones laborales de ley... ni hablar.
No tienen servicio médico y el que se enferme debido a esas duras jornadas deberá arreglárselas por su cuenta.
Así ha sido la vida de Martín García Siaruqui, quien a sus 81 años de edad aún trabaja en el campo como jornalero, actividad en la que se inició cuando era niño.
“Cuando estaba chiquito, a los 12 años de edad, trabaja plantando tomate, chile; en aquellos tiempos, con los hacendados ricos, desyerbaba y a veces regaba”, expresó.
Don Martín se duerme a las siete de la tarde y a las 3 de la mañana ya está de pie, preparándose para iniciar su jornada diaria de trabajo de 6 de la mañana a 6 de la tarde, donde corta chile, el cual deposita en tres cubetas con un peso de ocho kilos cada una y las carga hasta donde son vaciadas en otro recipiente.
“Yo siempre estoy trabajando, no me he cansado de trabajar”, afirma; y aunque algunos le dicen viejito, él sigue haciendo lo que hacen hasta los más jóvenes.
“Me siento fuerte aún”, añade con orgullo.
Y como él, cientos, miles de jornaleros andan entre los plantíos de hortalizas y legumbres. Encorvados durante horas, con el sol sobre sus cabezas y sin más aliciente que los 90 pesos de raya al terminar el día.
Es la otra realidad del moderno y productivo Valle del Yaqui que todos, políticos y productores, presumen como modelo de explotación agrícola.