Lo que parecía ser una moda impulsada por la novedad, se convirtió con los años en un hábito que rivaliza con el problema que pretendía solucionar. De esta manera, los cigarrillos electrónicos o “eCigs” son una presencia cada vez más frecuente, sobre todo en las grandes urbes de los países más desarrollados.
Han pasado 14 años desde que el farmacéutico chino Hon Lik, desarrollara la primera generación de cigarrillos electrónicos. Sin embargo, durante los últimos años el uso de estos creció enormemente, lo que dio pie a una polémica en muchos sectores, en donde se cuestiona la efectividad de estos dispositivos en comparación con otros métodos para combatir el tabaquismo.
Por su parte, en México este dispositivo, también llamado vaporizador, tiene alrededor de cuatro años comercializándose. Sin embargo, como está prohibido por la Ley General para el Control del Tabaco ya no se encuentra en tiendas de autoservicios ni departamentales. No obstante, es fácil conseguirlo en tianguis, vía comercio informal o por internet.
El más sencillo puede costar alrededor de 400 pesos, mientras que el paquete de 10 frascos con líquido que equivalen a 10 cajetillas, cuesta 100 pesos.
En el país cada año mueren más de 53 mil personas por enfermedades asociadas al tabaquismo. Esto se traduce en 147 decesos por día, de los cuales seis de cada 10 diez ocurren por el sólo hecho de exponerse al humo del cigarro, advirtió en noviembre de 2012 la legisladora Consuelo Argüelles Loya. Además, la panista propuso modificar el artículo 16 en su fracción VI, de la Ley General para el Control del Tabaco, a fin de que se permita la venta regulada del cigarrillo electrónico como una terapia de reemplazo para evitar el consumo tradicional del cigarro.
“Los cigarrillos electrónicos son evidentemente menos malos que el tabaco, lo que no quiere decir que no sean perjudiciales”, dijo Esteve Fernández, Director de la Unidad de Control del Tabaquismo del Instituto Catalán de Oncología, publicó el sitio Alt 1040.
No obstante, hay quienes aún tienen sus reservas respecto a esta alternativa.
¿Cómo funciona?
En teoría, el funcionamiento de estos cigarrillos electrónicos es sencillo: el dispositivo cuenta con una boquilla en la que se sitúa un cartucho intercambiable o recargable lleno de líquido.
Este líquido contiene una mezcla de propilenglicol y/o glicerina vegetal, además de diferentes concentraciones de nicotina y otros añadidos como sabores y aromas que son opcionales.
Al inhalar estos cigarrillos, el flujo de aire que se toma es detectado por un sensor. Mientras tanto, esta acción permite la activación de un nebulizador que se encarga de inyectar pequeñas gotas de ese líquido en el aire que se aspira.
Sin embargo, no se puede afirmar tajantemente que estos cigarrillos no sean perjudiciales, y el propilenglicol es la clave para detectar el posible beneficio o daño a la salud. Por otra parte, al incluir nicotina en su contenido, los eCigs mantienen la adicción de sus consumidores, por lo que el grado de dependencia se mantiene, lo que contribuye a poner en duda sus efectos paliativos.
Así, aunque el uso de este compuesto químico de manera crónica no ha sido completamente estudiado se sabe que es un poderoso irritante, presente en algunos medicamentos que en ningún caso se emplean de forma crónica. No obstante, “ya se han descrito efectos adversos sobre su uso prolongado”, agregó Fernández.
Aunque ninguno de estos resultados son concluyentes, lo cierto es que la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) desaconsejó ya el uso de eCigs por sus potenciales efectos perjudiciales. Por otra parte, a nivel sanitario, los cigarrillos electrónicos van en contra de la desnormalización pública del tabaco por la que tanto ha pugnado esta organización.
Finalmente, cada vez existen más estudios que apuntan a que los cigarrillos electrónicos también podrían ser cancerígenos, y que sus efectos no sólo se limitan a los fumadores activos.
Ni fraudulentos ni infalibles
Cuando se desarrolló el eCig, este pretendía convertirse en una alternativa a los clásicos cigarrillos y, de acuerdo con los primeros anuncios, se vendía como una auxiliar para todo aquel que deseara dejar de fumar.
Sin embargo, existen detractores del cigarro electrónico como la doctora Guadalupe Ponciano Rodríguez, directora del Programa de Investigación y Control de Tabaquismo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que cuestionan el hecho de que sicológicamente nunca se rompe la relación objeto-sujeto ni el ritual del fumador, por lo que no representa ayuda alguna para dejar el hábito de fumar.
Por su parte, un equipo de la Universidad de Auckland en Nueva Zelanda, dio a conocer en septiembre del año pasado la primera prueba clínica para comparar estos aparatos con los parches de nicotina.
Los resultados no mostraron una contundencia debido al número de sujetos que fueron analizados para la investigación.
De esta manera, las pruebas fueron realizadas en 657 personas, de las cuales el 7.3% mostró que el uso de de cigarrillos electrónicos dejaban de fumar a los seis meses, en comparación del 5.8% que lo hizo mediante el empleo de parches, publicó Lancet.
Así mismo, luego de medio año el 57% de los usuarios de eCigs redujeron a la mitad el número de cigarrillos consumidos al día, comparado con un 41% que lo hicieron de igual manera con ayuda de los parches de nicotina, por lo que los especialistas concluyen por medio de este trabajo que los eCigs no son tan fraudulentos como muchos quieren hacerlos ver. Sin embargo, tampoco se trata del producto milagroso e infalible que muchos se esfuerzan por promocionar.