ALTAR, SONORA.- Dice la experiencia que la relación de noviazgo es más dulce, tierna, feliz y apasionada que el matrimonio. Por eso muchas parejas la piensan antes de unirse civil o religiosamente.
Pero pocos la han pensado tanto como don Carlos Escobar y Porfiria Valenzuela, dos altareños que vivien un noviazgo de 80 años antes de casarse, y cuando llegaron a esto lo hicieron jurándose amor eterno, enamorados hasta el tuétano uno del otro.
Casi un siglo de novios, eso sí es amor del bueno, y más en este caso porque de acuerdo con los descendientes y quienes conocieron a Carlos y Porfiria, el cariño, respeto, admiración, uno que otro celo, por qué no, todo lo que hace y fortalece al amor verdadero.
Carlos visitaba todas las tardes a Porfiria y a las ocho de la noche en punto se despedía caballerosamente de la casa de su amada. Esto fue así durante tantos años en el siglo XIX que los viejos altareños se acostumbraron a identifcar esa hora cuando lo veían a él caminar por la calle.
"Ya deben ser las ocho porque allí va Porfirio de regreso".
El recorrido del novio era desde el puente que atraviesa la carretera. cerca del templo de la Virgen de Guadalupe, para luego caminar por toda la calle Hidalgo al sur, en la colonia centro.
Don Carlos era miembro de una familia de músicos de Ures y llegó al pueblo de Altar a principios del siglo XIX, cuando su padre, tíos y hermanos findaron la “Orquesta Escobar Hermanos”. También fundaron la primera imprenta del pueblo, allí se imprimía el primer periódico, El Altarense, y crearon la estudiantina femenil con jóvenes bellas y virtuosas, hijas de las familias más decentes del Desierto de Sonora.
Carlos, que era diestro para tocar todos los instrumentos, amenizaba en las tardes alegres tertulias junto con su amada Porfiria, quien le acompañaba en el piano y entre nota y nota, canción y canción, nació el amor.
Los años pasaron con el ritmo azucarado de los valses, las baladas y boleros que interpretaban Carlos y Porfiria, a dueto o en la estudiantina.
Los niños se hicieron jóvenes, después personas adultas y llegaron a la madurez, así durante toda la vida, los altareños vieron el amor encarnado en esa pareja que en sus últimos años, cuando el tiempo resta fuerzas y apaga pasiones, siguió amándose con la candidez de sus años mozos.
Así vivieron el romance de novios casi eternos, hasta que un día, cuando ya se acercaban al siglo de edad, decidieron casarse, "se echaron al agua" para enfrentar la vida unidos ante la ley civil y la divina.
La vida matrimonial no fue tan larga, apenas tres años hasta que él falleció. Poco después le siguió ella.
Se fueron sus cuerpos, pero el recuerdo de ellos aún perdura entre muchos altareños que aseguran escuchar los pasos de Carlos en las noches altareñas.
FOTOS:
La estudiantina donde se conocieron Carlos (parado a la izquierda) y Porfiria (sentada, primera a la derecha).