CD. DE MÉXICO.- En México laboran 2.2 millones de personas en el trabajo doméstico, muchas de ellas lo hacen en condiciones que incluyen elementos de “esclavitud”, según el último estudio del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred).
El 95 por ciento de esa mano de obra cifrada en más de 2 millones, recae en mujeres que carecen de un contrato de trabajo, servicios de salud, derecho a la pensión, al ahorro, alimentación y vivienda digna.
“Guardadas las debidas proporciones, su estatus contiene algunos elementos de la esclavitud vigente en el país hasta principios del siglo XIX”, dice el estudio.
Las trabajadoras domésticas ganan menos de dos salarios mínimos, su función no es valorado; la relación con su empleador es sólo de palabra (nueve de cada 10 no tienen contrato) y se basa en un sentimiento de “caridad”, indica el Conapred.
Y, si la situación es difícil para la trabajadora del hogar, en México son las mujeres indígenas las más vulnerables y las que padecen más violaciones a sus derechos, según el organismo.
Ellas llegan a las grandes ciudades sin hablar español, menores de edad y en la mayoría de los casos sin tener idea de cómo se realizan las labores domésticas en la vivienda de su empleador.
En este contexto y bajo tales circunstancias, negocian un salario insuficiente para cubrir sus necesidades: una trabajadora del hogar indígena puede ganar mil pesos al mes.
“Cuando llegamos a una casa se nos capacita y el empleador dice: ‘Le pago mil pesos mensuales’. Cuando llegas te crees parte de la familia, tienes 13 años, uno se termina creyendo eso y al final uno no puede hacer nada, no puedes demandar a quien te acogió y no te pagó de acuerdo al trabajo que haces”, dijo Lorenza Gutiérrez Gómez, presidenta del Colectivo de Mujeres Indígenas Trabajadoras del Hogar.
Lo que para una mujer de la ciudad es fácil: encender una aspiradora, calentar alimentos en el horno de microondas o cocinar en una estufa, para la trabajadora del hogar indígena es un reto difícil de sobrellevar, y una desventaja.
“Pero a pesar de eso, muchos empleadores prefieren a una mujer indígena, de alguna comunidad y entre más chica mejor. Si tienen 13 años las pueden domesticar y moldear para que sirvan en esa familia”, dijo Lorenza.
Y aunque las mujeres que provienen de comunidades indígenas son “buenas trabajadoras”, se les reconoce poco.
Su trabajo no se valora: trabajan más de 12 horas al día y sólo tienen los domingos para descansar de las labores que realizan todos los días.
Las condiciones laborales
Debido a la falta de capacitación y orientación, una trabajadora del hogar acepta sueldos de entre mil y 2 mil 500 pesos al mes, sin seguro social y en algunos casos por un servicio las 24 horas del día, pues viven en los hogares de sus empleadores.
“No hay claridad de cuánto se debe de cobrar por el trabajo. Muchas de nosotras no lo vemos como un trabajo como tal, donde hay obligaciones y derechos. Hacemos lo que nos dicen que tenemos que hacer, no hay reconocimiento. Por trabajar todo el día algunas ganan mil pesos al mes, de entrada por salida, hay unas que 100 pesos al día, pero no todos los días”, explicó Lorenza.
Algunas empleadas domésticas tienen problemas para exigir sus días de descanso.
“Cuando una trabajadora le dice a su empleador que quiere descansar los días feriados, unos se sacan de onda y les dicen: ‘¿A poco ustedes también?’, como si nosotras no tuviéramos derechos. No los tenemos porque el empleador ve al trabajo doméstico como algo sin valor”, dijo.
Gutiérrez Gómez destacó la necesidad de que los domingos se abran espacios de capacitación para las trabajadoras del hogar, debido a que en su día de descanso, todas las instancias gubernamentales están cerradas.
“Estamos hablando con la Secretaría del Trabajo para que los domingos se abran cursos de capacitación en los Cecatis [Centros de Capacitación para el Trabajo Industrial], para que enseñen a las trabajadoras cocina, porque esa es una de las necesidades más básicas, aprendiendo a cocinar, pueden mejorar su salario y sus condiciones de vida”, explicó.
Lorenza Gutiérrez indicó que la capacitación para las trabajadoras del hogar antes de que sean contratadas, es uno de los retos principales para este año.
“Una capacitación donde se les enseñe a las mujeres a usar aparatos electrodomésticos, que se les diga que hay que sacar a pasear al perro, a usar una aspiradora, porque el venirse de una comunidad a la ciudad es un gran reto en todos los sentidos: la mujer habla su lengua y las necesidades de una casa en un pueblo, son muy distintas a las de una ciudad”, dijo.