En Ciudad Obregón más de cien niños padecen autismo y la mayoría de sus padres exponen que son varias las escuelas de Ciudad Obregón que discriminan a sus hijos y los rechazan. Es un problema de discriminación, tal vez una más de las discriminaciones que ocurren en nuestra sociedad, pero no puede ser ignorada y merece ser corregida.
Por eso debemos poner atención a lo que ha vivido una niña autista.
El caso de Miranda
Miranda, de 5 años, nos recibió con un beso en la mejilla, nos saludó chocándonos las manos, en su frente portaba una estrellita y nos la presumía con una amplia sonrisa, mientras salía de su nuevo jardín de niños, la sexta escuela a la que ingresa para recibir su educación a la que tiene derecho.
La seguía su “maestra sombra” quién la cuida como fiel guardián de su problema de autismo y describe a Miranda como una niña muy alegre y sin ningún problema para convivir con los demás niños.
Sin embargo a pesar de su corta edad ha sufrido discriminación y hasta golpes como los recibidos al acudir a sesiones de equinoterapia que supuestamente le ayudarían en su aprendizaje.
Ha recibido múltiples desprecios, ha sido expulsada de escuelas públicas y privadas sin motivos de peso. No ven en ella a la niña que canta mientras dibuja los conejitos sonrientes, el Bob Esponja que irradia alegría, la que pinta con rasgos claros y firmes la alegría de la vida, que embona las palabras “Happy” con dibujos de fiesta, sin faltar el Elmo del País encantado.
En ella ven solo un problema, una carga, y los directivos de las escuelas parecen conspirar para que no reingrese.
El neurólogo recomendó que la niña fuera inscrita en una escuela normal para que no sufriera retraso en su aprendizaje. Pero fue expulsada de un instituto escolar privado y la misma madre de Miranda lo justifica: Apenas iniciaba el proceso de aprendizaje y todo principio es difícil.
Posteriormente fue inscrita en otra escuela privada donde recibió una educación excelente y donde pasó la mejor etapa de su educación ya que tenía las atenciones necesarias para su condición. El aprendizaje se notó luego, pero desgraciadamente por cuestiones económicas ya no pudieron costearle los estudios en esta institución y se vieron obligados a buscar inscribirla en una institución de educación pública.
La madre de Miranda acusa directamente a la directora de esa escuela de gobierno de discriminar a su hija por padecer autismo.
No encuentra la madre una respuesta satisfactoria: Por qué expulsan a una niña con necesidades especiales pero no inferiores, cuando la misma directora había dicho que no había problema en aceptarla en dicho plantel.
Una denuncia más añade la madre al acusar de complicidad a los directivos de esa escuela pública y a los de un Centro de Atención Múltiple (CAME) porque éstos solicitaron una evaluación para saber si Miranda estaba apta para ser aceptada. La respuesta fue un informe que no traía sello ni firma de la maestra que realizó la evaluación y cuyo diagnóstico era desfavorable para Miranda.
Y aunque la niña estuvo en el Centro de Atención Múltiple durante dos semanas no tuvo derecho a una maestra sombra que la auxiliara en todos sus quehaceres. La obligaban a permanecer afuera del salón de clases, mientras le decían a la madre de Miranda que hasta los niños aplaudían porque su hija no volviera a la escuela.
Después de varios intentos, al fin parece que Miranda ha encontrado una escuela donde es aceptada. Es una escuela pública, llegó hace 5 meses y desde entonces recibe la educación y el cariño que tanto necesitaba de sus compañeritos y maestros , aunque primero llegó de oyente porque sus padres temían que no fuera aceptada.
