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Nuevo estadio: Símbolo de autoritarismo e irresponsabilidad

Redacción
Martes 09 de Diciembre de 2014
 

La construcción del nuevo estadio de beisbol refleja el perfil autoritario, de corrupción e irresponsabilidad social que caracteriza a sectores de la clase política regional.

Promovido como un "anhelo de la afición de los Yaquis" y "una palanca del desarrollo local", en realidad no será una cosa ni la otra, sino simple y llanamente el negocio de unos cuantos que al amparo del poder se frotan las manos mientras calculan las ganancias esta obra les habrá de redituar.


Imposición autoritaria

Durante una visita a Sonora en octubre del 2012 , Manlio Fabio Beltrones anunció que Cd. Obregón tendría un nuevo estadio de beisbol porque los tricampeones Yaquis necesitaban un nuevo estadio, digno y funcional.

¿De dónde sacó este repentino interés por los Yaquis el poderoso diputado sonorense? Según sus palabras, la idea surgió en una reunión de trabajo donde los legisladores Claudia Pablovich, Ernesto Gándara y Faustino Félix le hicieron ver la necesidad de que el equipo tricampeón tuviera "una casa nuevo que los cobije y los premie".

¿Y cómo llegaron los legisladores mencionados a esa brillante conclusión? "Porque la afición lo ha pedido", fue la respuesta vaga que alguien soltó sin mucha convicción.

El anuncio sorprendió a muchos e inquietó a varios. ¿Para qué un nuevo estadio si el actual, el TOG, es suficiente? Tiene la capacidad necesaria de acuerdo con la población local y el número de aficionados. Incluso aún a 44 años de su construcción parece demasiado grande porque nunca se llena, salvo los juegos inaugurales de la temporada y los de series finales cuando los Yaquis disputan un campeonato.

En la mayor parte de la temporada el estadio TOG no registra asistencias mayores del 70 por ciento de su aforo. Incluso en las grandes temporadas del tricampeonato, los juegos regulares no registraron llenos totales, salvo cuatro o cino de postemporada.

La duda persistía: ¿Para qué un nuevo estadio? El TOG no es un dechado de modernidad pero es funcional, cómodo y cumple con las especificaciones del beisbol organizado. Si no fuera así, no podría participar en la Liga.

Así, contra el sentido común, pero sobre todo contra la realidad de una ciudad urgida de inversiones en varios rubros de su infraestructura urbana, así se impuso como decisión de la autoridad que Cd. Obregón debería tener un nuevo estadio de beisbol cuyo costo rebasaría con mucho lo que se requiere para problemas más apremiantes.

Una pregutna más queda en el aire: ¿Por qué el nuevo estadio de los Yaquis no lo construyen los propietarios del equipo, como sucede en la mayor parte del deporte profesional?


Sospechas de corrupción

La respuesta oficial a las dudas que planteaba la cuantiosa inversión para un nuevo estadio, fue "resuelta" por sus promotores con un argumento débil: "La inversión se cubre con recursos etiquetados para infraestructura deportiva". O sea, dijeron, los tomas o los dejas, pero si los tomas deben ser única y exclusivamente para la construcción de un estadio.

El concepto "recursos etiquetados" llevó a una falacia: A la ciudad no le costará nada, no se aplicarán recursos previstos para otros proyectos de infraestructura. Con ese argumento hasta los que reconocían otras necesidades terminaban aceptando la inevitabilidad de la obra que al fin y al cabo, pensaban, beneficiará a empresas locales y generará empleos. Este argumento gustó sobre todo a los empresarios que abrigaban ya el deseo de participar en la obras complementarias del proyecto.

Pero desde el anuncio inicial de la inversión hasta hoy, las cuentas alegres no cuadran.

Cuando Beltrones anunció que se aplicarían "recursos etiquetados", precisó que se trataba de 300 millones de pesos que aportaría la Federación. Sin embargo, este lunes, al iniciar la obra de construcción, se informó que el inmueble tendrá un costo de 480 millones, pero además se invertirán más recursos  en infraestructura para su acceso, como son pavimentación de avenidas, agua, drenaje, iluminación, así como el embovedamiento del dren Bordo Prieto.

El "modesto proyecto de 300 millones de pesos etiquetados" se elevó de pronto un 50%, cuando menos, sin contar los cientos de millones que se aplicarán a la construcción de infraestructura urbana alrededor del área.

Los beneficiados con esta cuantiosa inversión no serán sin duda todos los cajemenses, ni siquiera los aficionados que van al estadio regularmente pues el costo de mantenimiento del inmueble impactará sin duda en un aumento al precio de los boletos.

El reducido grupo de beneficiarios son, de manera directa, la empresa constructora, una firma con sede en Guadalajara que se llevará la mayor parte de la utilidad del proyecto, y las empresas constructoras locales, algunas de ellas relacionadas con funcionarios públicos de manera directa o indirecta.

También serán grandes beneficiarios los propietarios de los terrenos en el área donde se ubicará el nuevo estadio, es decir, al norte del Bordo Prieto, una extensa superficie de varias hectáres que pertenecen a dos o tres grupos empresariales, relacionados con la clase política que impulsa el proyecto.

Las sospechas de negocios personales ronda por donde quiera que se mire a esta obra.


Irresponsabilidad política

Cuando Beltrones hizo el anuncio de este proyecto millonario al que se aplicarán no sólo "recursos etiquetados" sino además cientos de millones que deberían atender necesidades más apremiantes, la referencia era a obras de infraestructura como el drenaje pluvial, el equipamiento urbano de colonias populares, la remodelación del centro de la ciudad (que hoy tiene un aspecto deprimente), equipamiento de áreas deportivas y culturales.

También se pensaba en la necesidad de mejorar los servicios públicos, en particular la recolección de basura, ahora que grandes colonias populares viven en un mudalar permanente por la ineficiencia de esta área de la administración municipal.

Sin embargo ninguna de esas necesidades materiales puede equipararse con el problema mayor que hoy vive la población de Cajeme y gran parte de Sonora.

No, no se trata del problema de la violencia y de la inseguridad, que sigue siendo crítico, pero ese no se resuelve necesariamente con dinero sino con otras medidas de políticas públicas.

El problema mayor en la actualidad y que amenaza seriamente la salud y la vida de cientos sino es que miles de cajemenses es el crecimiento exponencial del dengue, la epidemia que este año afectó sólo en nuestro municipio a miles de personas y que de continuar su curva ascendente será un verdadero flagelo, una crisis apocalíptica de grandes proporciones.

No es exageración. Lo vivido este año y las condiciones climáticas y de pobreza, así como la defiicente infraestructura urbana en la mayor parte de la ciudad, son el caldo de cultivo para un incremento inevitable de esta epidemia y sus consecuencias fatales.

Enfrentar al dengue, reducir su impacto, no se logrará con los programitas y discursos que virtieron las autoridades este año. Mientras los políticos hablaban y hablaban, llamando a la población para que se tomaran las medidas preventivas, miles de personas adfectados por el dengue acudían  a los laboratorios y hospitales.

Controlar al dengue y reducirlo requiere un esfuerzo muy grande de inversión económica, no sólo discursos; requiere también de una organización social que difícilmente podrá impulsar la clase política dirigente engolosinada con los neogcios que le dejará el nuevo estadio de beisbol.

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