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Domingo 20 de Abr de 2025
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Amantes a la antigua

Sergio Anaya
Sábado 14 de Febrero de 2015
 

El 14 de Febrero llegó con su roja invasión de corazones inflados, envolturas de celofán, rosas y claveles, osos de peluche y jóvenes que celebran al amor como "una lámpara de inagotable aceite".

Opositores a la comercialización de la vida y uno que otro amargado no dudan en calificar a todo este ritual del 14 de Febrero como una cursilería inventada por la mercadotecnia. Tal vez tengan razón pero eso no disminuye la felicidad de los enamorados que este día salen a la calle a exhibir su pasión en restaurantes y en el cine, al aire libre o en los bunkers de amor y concupiscencia llamados hoteles de paso; cualquier lugar y momento son propicios para la expresión romántica.

Hubo otros tiempos en los que el amor no se expresaba con globitos colorados y monitos de peluche sino con poemas melosos como las frases inscritas en las tarjetas de hoy. Con su debida rima hasta el enamorado más rústico escribía  versos encendidos y se sublimmaba cantando "Esta novia mía va a ser mi tormento....",  "Eres la gema que Dios.." "Despierta dulce amor de mi vida", y otras joyas del cancionero popular que una noviecita casta y flaca escuchaba detrás de la ventana mientras su madre suspiraba con el recuerdo de otros tiempos.

Cada época con sus diferentes formas de amar. Hace cuarenta o más años la castidad y el respeto irrestricto a otros convencionalismos sociales guiaban la relación sentimental. Los jóvenes de hoy se han despojado de esos prejuicios y al parecer aman con más libertad, sin inhibiciones, ajenos a las restricciones morales de la vida provinciana.

Los hombres de antes asumían el amor conforme a los arquetipos del cine. Unos jugaban a ser Jorge Negrete y veían a la enamorada como una María Félix al alcance de la mano, otros fingían ser la encarnación doméstica de Humphrey Bogart en "Casablanca". Vestían como él, usaban sombrero, lucían el semblante seco y las mismas ojeras de perro de Humpy, hombres que también estaban dispuestos al máximo sacrificio: renunciar a la mujer amada con tal de salvarla de un destino ominoso. Amantes a la antigua, heróicos y estóicos.

Mujeres que el tiempo se llevó, serias, recatadas, cubiertas en el cuello con prestigio de almidón y la falda hasta el huesito. Mujeres dignas para amar sin reservas y ser amadas a ultranza, dispuestas al sacrificio de soportar a esos novios presuntuosos que terminaban convirtiéndose en maridos gruñones y apáticos. Así era el amor en otra época.

Las parejas de hoy, sí, parecen ser más libres. Y a los muchachos no les importa que los acusen de cursis por regalar flores o cargar enormes osos de peluche. Y a las chicas nada les impide amar sin reservas.

Hombres y mujeres se entregan al ritual del Día de San Valentín, ajenos a los temas mundanos. Qué les importa a ellos la crisis de la economía, ignoran los discursos de los políticos, les vale gorro la angustiosa espera de los precandidatos.

Ellos, los enamorados, sólo piensan en su pareja y cómo halagarla.

Así los vimos este sábado 14 en las calles y en los restaurantes, así los intuimos en otros lugares.

El amor se expresa hoy de maneras diferentes, pero sigue siendo el mismo.

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