En la crisis, con desempleo o empleos mal pagados y el dinero que no alcanza para nada, los cajemenses hacen de todo para obtener un ingreso extra.
Como una persona, no identificada, que vendió un ataúd a un negocio de fierro ubicado al sur de la calle Sinaloa, casi esquina con calle 300.
¿Cómo se hizo del ataúd? ¿Para qué lo tenía? ¿Para uso propio o regalo a un pariente, a un amigo? ¿O es producto de una pillería más, ahora en la especialidad de profanación de tumbas?
Preguntas que aún no tienen respuesta, pero un hecho es evidente: La desesperación propiciada por la pobreza y la extrema pobreza de miles de cajemenses impulsa a realizar actos desesperados.
Como la venta de este ataúd, que allí estará arrumnado entre cacharros inservibles y oxidados, en vez de dar servicio a un cristiano que desee descansar en paz.