Joven, tal vez demasiado joven para todos los logros que se le atribuyen, Sylvana Beltrones se desenvuelve con naturalidad, sin afectaciones, entre la nube de diputados, funcionarios, dirigentes priistas, empresarios y periodistas más lo que se acumule en cada evento que preside la hija del presidente nacional del partido.
Desde su primera aparición pública en Cd. Obregón se desató un torneo de adulaciones a su alrededor y cada uno que toma el micrófono destaca con voz firme todos los logros obtenidos gracias al trabajo de la diputada federal plurinominal que nos representa en el Congreso.
Ella toma las cosas con naturalidad, se ve que está acostumbrada a esas demostraciones de afecto.
En el fraccionamiento Las Misiones los oradores le agrdecen su intervención para que 1,700 familias cajemenses tengan las escrituras de sus casas y terrenos. Uno creía que esos documentos eran una propiedad natural de los que están pagando por ellos y que nadie puede negárselos cuando lo soliciten, pero en estos dos días se ha revelado que los han obtenido gracias a la gestión de la legisladora.
Y sólo gracias a ella, porque al otro diputado federal de Cajeme, Abel Murrieta, que observa desde una segunda fila, nadie lo menciona, salvo la propia Sylvana Beltrones quien comparte el mérito y habla con fluidez ante las familias que han esperado más de una hora bajo el ardiente sol del mediodía.
Fueron estos eventos del fin de semana un escaparate que sirvió entre otras cosas para evidenciar el creciente parecido de la política mexicana con los sistemas aristocráticos de Europa medieval. A donde quiera que uno voltee mira linajes, personalidades que tienen asegurado un lugar en el poder y privilegios que se heredan de generación en generación, mientras los siervos ven desesperados cómo la vida se hace cada vez más difícil en el feudo del Señor.