Hartos de la delincuencia que día tras día los asuela, vecinos de la calle Hidalgo en Providencia expresan su coraje y la impotencia ante la impunidad que exhiben los ladrones.
Alrededor del policía municipal Jesús Alberto Navarro expresan su ira, su cansancio de ver que el problema sigue creciendo y no pasa nada. Navarro los escucha atento, sin perder la paciencia ante los reclamos subidos de tono pero justificados.
Los robos son a diario y de nada sirven las cercas de fierro, altas y con candados, pues los rateros las brincan o pasan entre los techos de casa a casa, se roban lo que está a la mano, un foco, una herramienta, lo que sea, e incluso penetran en las viviendas cuando la gente duerme y se llevan ropa, electrodomésticos, cualquier objeto que puedan vender o cambiar por droga.
Una señora afirma que en una semana roban casi a diario, un vecino dice lo mismo y exclama con coraje que ha acudido al ministerio público para denunciar a los ladrones pero la Policía Estatal no actúa.
Otro vecino se encoleriza al recordar que los delincuentes han entrado en su casa cuando sus hijas duermen, expuestas a cualquier violencia que puedan ejercer los intrusos, casi siempre drogados.
"¿Qué haría usted si fueran sus hijas?", pregunta el vecino al policía y truena: "¡Estamos hasta la madre, ya no aguantamos tanta delincuencia!".
Lo que sucede en Providencia es lo mismo que en muchos sectores de Cajeme:
Los delincuentes, drogadictos en su mayoría, no son desconocidos sino jóvenes que viven alrededor, identificados por sus víctimas, actúan casi con impunidad pues cuando los detienen son protegidos por sus padres y no pasan tres o cuatro días sin que anden de nuevo en el barrio moviéndose a su gusto, sembrando el miedo entre la gente pacífica, gente de trabajo que acumula a diario su temor y frustración, la ira que crece y amenaza con explotar, como advierte uno de los vecinos:
"¿Si nadie nos protege qué vamos a hacer, castigar nosotros a los delincuentes como lo han hecho en otra parte, amarrarlos, azotarlos? No, no queremos hacerlo, para eso están las autoridades".
Confiesa que han estado a punto de hacer justicia con su propia mano. En uno de los robos en su casa, estuvo a punto de asestar un martillazo al ratero pero su esposa lo detuvo: Si le haces algo, tú eres el que vas a ir a la cárcel, le dijo.
El oficial Navarro propone acciones y los vecinos escuchan. El diálogo sigue intenso, acalorado, pero respetuoso.
Unos metros más allá, una vecina, al parecer familiar de uno de los ladrones, se ríe: "Puro show, puro chisme", dice.