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Es pequeño el grupo pero son muy grandes el miedo, el dolor y la indignación de las personas que han perdido a un ser querido en estos años de violencia extrema.
"¡Dueles Cd. Obregón!", dice en uno de los carteles.
Entre el grupo de activistas que luchan por los derechos humanos, con Rosendo Arrayales al frente, marchan los familiares del abogado asesinado, los del joven que desapareció de repente y nadie lo ha vuelto a ver, el papá de la muchacha secuestrada, la hermana del profesionista asesinado en un restaurante de marsicos. Los parientes de las dos niñas asesinadas en la calle Miguel Alemán.
Todos expresan el miedo que sienten por una venganza de los asesinos, exhiben su dolor por esa persona a la que no volverán a ver, y todos, sin excepción, denuncian el trato frío, indiferente y a veces hasta grosero que reciben en el laberinto de agentes y empleados de la procuración de justicia.
Es indignante el trato, las vueltas que, dicen, los obligan a dar, el ir y venir para escuchar una sola respuesta: Se está investigando. Y veces ni eso, solo silencio.
Así lo narra entre lágrimas la mujer a cuyo hermano asaltaron un día y él siguió su vida normal hasta que fue acribillado por un sicario frente a varios testigos que no se atreven a dar su testimonio, tienen miedo y es comprensible.
Así marchan ellos desde el Mercajeme hasta la plaza Álvaro Obregón, protegidos por la solidaridad de quienes los acompañan y el recuerdo de los ausentes.
No se cansan de exigir justicia aunque la respuesta siga siendo el silencio.
