La banqueta de la calle Guerrero junto a los hospitales del IMSS es un buen punto de venta, por allí pasan todos los días cientos de personas y entre tantas siempre hay quienes necesitan un bocadillo, algo para mitigar el hambre y la sed.
Eso lo saben los vendedores ambulantes como América, la muchacha que instala todos los días su carreta panadera en la calle Guerrero justo en el exterior del área de Urgencias. También lo sabe Jorge, el vendedor de atole, café y avena de trigo que lleva en galones térmico.
Los dos sobreviven con esa actividad económica. Ella tiene tres hijos, dos varones y una niña de dos años a la que lleva consigo al punto de venta, como también lleva a su mamá. Así abuela, madre e hija pasan las horas bajo los rayos del sol vendiendo pan hasta que se les acaba y hasta entonces se retiran a sus casas.
"Es mejor trabajar aquí con todo y el sol y el calor porque gano un poco más que en la maquiladora. Con la venta del pan puedo atender más o menos a mis hijos, con lo que pagan en la maquila, no. Allí pagan muy poco", comenta América.
A unos metros de allí Jorge vende de vez en cuando uno o dos vasos de sus calientes y sabrosas bebidas. Mañana y tarde hasta que se agote la mercancía, apenas así va saliendo para los gastos, dice.
América y Jorge son dos de los vendedores ambulantes que se han instalado allí, en la banquera de la calle Guerrero, pese a la prohibición de las autoridades que consideran peligroso o indebido instalar vendimias en ese sector.
Sólo en la prolongación de la calle Hidalgo, entre Sahuaripa y Huisabay, está permitido vender alimentos, pero los espacios ya están ocupados y gente como América y Jorge ya no caben allí. Por eso optaron por instalarse en la Guerrero y en esta banqueta.
"Aquí, porque en la de enfrente casi no pasa gente, se vende muy poco", dice América.
Desde hace varios días trabajadores de la Dirección Municipal de Inspección y Vigilancia les han pedido que se vayan de allí, está prohibido vender en este lugar, les dicen y les entregan notificaciones para que se presenten en Palacio Municipal, pero ellos no van. "No nos alcanza el dinero para pagar multas", reclaman.
Es una historia tantas veces vista, la de vendedores ambulantes que dependen de sus modestos puestecitos para no morirse de hambre y llevar algo a casa. Una historia que de tanto repetirse ya no conmueve a nadie, pero sigue siendo parte de nuestra realidad.
Tal vez un día de éstos pasen los inspectores municipales reforzados con policías y levanten a los vendedores ambulantes de esta área.
O tal vez no. Porque también hay muchos venededores ambulantes en el centro de la ciudad que no deberían estar allí, invadiendo calles incluso, y nadie los mueve. ¿Por qué entonces deben aplicarse los reglamentos sólo a los vendedores de la calle Guerrero, en el exterior del IMSS?
