CD. DE MÉXICO.- Al pozole del 6 de enero nunca faltaba. La cita era en Cerrada Tecamachalco número 45, casa de los abuelos paternos de José Antonio Meade Kuribreña en la colonia Reforma Social, a pocos pasos de los institutos Rosedal y Cumbres. Corrían de prisa las décadas setenta y ochenta.
La expansión corporativa de la zona derribó la casa que habitaban los abuelos Gracia y Luis. Actualmente, la torre corporativa de Multiva ocupa ese espacio que tradicionalmente era cubierta por una atmósfera de olores de comida mexicana.
Luis Meade, contador, dirigía la Comisión Diocesana de Orden y Decoro, encargada de las obras de transformación de la Catedral y el Sagrario metropolitanos. Los fines de semana, don Luis distribuía fichas de dominó entre su hijo Dionisio y sus nietos Lorenzo y José, hoy excanciller.
Para la familia paterna, no es José Antonio, ni Pepe, ni Toño, ni Pepe Toño. Simplemente José.
El árbol genealógico de los Meade tiene su raíz en la tierra de James Joyce, Oscar Wilde y William Butler Yeats, Irlanda. A América viajaron tres hermanos Meade: uno lo hizo hacia Argentina y dos hacia México.
Desde el ángulo del espectáculo, María Fernanda Meade del Valle, una de las integrantes del trío Pandora, tiene vínculo directo con el Meade que llegó a San Luis Potosí. Óscar Meade, su padre, fue secretario de Turismo del gobierno del estado. El 16 de junio de 2011, fue subido a YouTube un video en el que Fernanda interpreta junto a su padre una pieza del propio Meade.
Con entonación de cantante de tango, Óscar Meade lanza una recomendación a Isabel, María Teresa Mayte Lascurain Arrigunaga y a Fernanda, su hija: “Siempre hay que empezar desde abajo”.
Por su parte, la ramificación genealógica del exsecretario de Energía se ubica en la ciudad de México. Cuatro hombres y cuatro mujeres componen la familia de Dionisio Alfredo Meade y García de León, entre ellos, Luis, Federico, Patricia y Grace.
Dioniso, Denis como se le conoce, tiene una larga trayectoria laboral como funcionario público.
El hermano del titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) fue subgerente de Política Financiera y Comercio Internacional en el Banco de México (1977) donde trabajó durante tres años para forjar una amplia trayectoria, lo mismo en la secretaría de Hacienda, como en la cámara de diputados, Banco Somex, secretaría de Gobernación, y desde 2001, como asesor de la junta de Gobierno del Banco de México
Cuenta la leyenda que cuando alguno de sus hijos, Pablo, Lorenzo, Juan Pedro o José Antonio, llegaba tarde de alguna fiesta sabatina, al día siguiente, le tocaba madrugar para asistir a misa en la Catedral. Y por supuesto que el metro era el transporte elegido.
José Antonio tiene 24 primos Meade. En función de la edad, se encuentra a mitad de la tabla.
Su hermano, Lorenzo Joaquín fue secretario ejecutivo del Instituto para la Protección al Ahorro Bancario (IPAB).
Actualmente preside la Asociación de Exalumnos del ITAM. Su hermano Juan Pedro es abogado.
Entre los 25 primos, tres eran identificados por familiares como nerds, además de José Antonio, Jaime García Moreno Meade y Javier Bolaños Meade. Jaime es biólogo y vive en Holanda, mientras que Javier es un médico especialista en trasplantes de médula ósea en el hospital Johns Hopkins.
Al probable candidato presidencial le gustan los tacos de El rincón de la lechuza de Miguel Ángel de Quevedo, los toros y las novelas policíacas. José Antonio frecuenta museos y no le gusta la ópera. No es difícil verlo recorrer los pasillos del Antiguo Palacio del Arzobispado en la calle Moneda, contemplando las exposiciones que el área de José Ramón San Cristóbal gestiona en la red cultural de la secretaría. José Antonio Meade analiza, comenta y sugiere cuando recorre las exposiciones. En alguna ocasión mostró su inquietud por una obra del escultor Jorge Marín, se trataba de una pareja de ancianos.
Algunas fotografías de su edad universitaria muestran a José Antonio Meade sosteniendo charlas familiares junto a su entonces novia Juana, en las que el círculo de personas que lo acompañan lo observa como si estuviera dando una cátedra. Por los rostros de los presentes, Meade liberaba pequeñas dosis de humor sarcástico.
DOCENCIA. Meade ha impartido cursos de Microeconomía y Macroeconomía en el ITAM y la Universidad de Yale. También ha dado clases sobre Análisis Económico del Derecho.
El Pacto de Cracovia
No eran los rostros de los encuentros familiares, pero sí de amigos, los que una tarde de 1988 se dieron cita en la casa de José Antonio Meade en la calle de Cracovia, San Ángel. El suceso marcaría, quizá, el destino de algunos de los presentes. El tema del día: convencer al popular estudiante Francisco González a renunciar a la aspiración de la presidencia del Consejo de Alumnos durante el año 1999. El lugar de negociación tenía que ser reconfortante e imparcial.
Es decir, dejar a un lado el cuarto de guerra que estaba instalado en la casa de Jaime Gutiérrez, muy cerca del Bosque de Tlalpan. Meade abrió las puertas de su casa para que Jaime Valls ofreciera sus puntos de vista respecto a la enorme conveniencia de fusionar planillas; de armar un dream team. Lo mismo hizo Luis Videgaray, Abraham Zamora y Hugo Félix. Francisco González y Jaime Gutiérrez, observaban y meditaban.
Del perfil de Meade sobresalen dos rasgos que se pueden considerar vitales, como fisiológicamente son el páncreas o el corazón para todo el ser humano: serenidad y precisión. El origen del perfeccionamiento de los rasgos quizá se deba a la influencia de su padre, Dionisio.
Al concluir sus estudios de Economía del ITAM y de Derecho en la UNAM, Meade ya tenía el carácter de una persona mayor. Dionisio, su padre, procuraba integrarlo a su círculo de amigos.
A José Antonio, ni los modelos macrodinámicos más complejos ni alguna polémica estudiantil, alteraban la precisión de sus ideas.
En la carrera profesional de Meade sobresale una transición fundamental: pasó de ser un gran técnico a ser un heredero en vida de todas las relaciones políticas de su padre. Un ejemplo. En una ocasión, quizá en 1988, Meade charlaba con el director de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, Carlos Sirvent Gutiérrez. A la charla se integró Hugo Félix. Al llegar, Meade presentó a Sirvent como “mi amigo”, y en efecto, lo era. Pero fue Dioniso, su padre, quien lo introdujo. En ese año, el académico de la UNAM tenía 43 años y Meade, 19.
La capacidad de hacer amigos intergeneracionales se traduce en el esbozo de una arquitectura de múltiples nodos de comunicación, que en política son letales para el entendimiento, pero sobre todo para la negociación.
Un ejemplo: el presupuesto 2010-2011 ocurrió bajo un ambiente tenso por el punto en el que se encontraba el sexenio del presidente Felipe Calderón. López Obrador junto al PRD escalaba el pico de la confrontación bajo las manecillas del reloj electoral.
Desde la subsecretaría del ramo en Hacienda, la efectividad de negociación de Meade logró una rápida aprobación del presupuesto. Poco antes hizo lo propio durante la negociación de las reformas de la Ley de Competencia.
Del Pacto de Cracovia nace una especie de dream team en un ambiente universitario poco proclive hacia la cultura gregaria, sin embargo, el ITAM tiene un basamento amplio en el que embonan diversas ideologías. Lo normal en todo instituto universitario donde la riqueza cultural potencia la propia calidad.
Veintiocho años después del Pacto de Cracovia, los perfiles de quienes lo atestiguaron han cambiado poco o nada. Existen los que explotan las debilidades de los compañeros; los solidarios que sin gravitar en la soberbia voltean hacia el pasado para identificar ese rasgo de nobleza que nunca se devalúa; los que buscan e identifican intereses para acampar en ellos; los brillantes y un sinfín de personalidades.
Luis Videgaray, secretario de Relaciones Exteriores; Abraham Zamora, jefe de la oficina del canciller; Francisco González, director de Bancomext; Jaime Valls, presidente de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior; Hugo Félix, director general de Zonas Económicas Especiales; Jaime Gutiérrez, director general de Planeación y Seguimiento de Prospera.
En el ITAM, Meade pudo contrastar en tiempo real las grillas universitarias con el entorno de la real política, gracias a su papá.
En 1990 José Antonio Meade participó en una segunda versión del Pacto de Cracovia pero sin reflexiones ni matices. En un pequeño cubículo aledaño a la librería del ITAM de Río Hondo, Guillermo Solomon, Luis Videgaray, José Yunes, Luis Miguel Montaño y Meade votarían entre ellos para elegir al sucesor de Jaime Gutiérrez.
La regla permitía votarse así mismo, una especie de jugar a la teoría y no a la teoría de juegos. Meade estuvo a punto de ganar, pero en el juego de las traiciones se cruzó la vanidad de uno de ellos. Videgaray votó por Meade. Uno de los tres lasallistas: Yunes, Montaño y Solomon, traicionó un pacto. Por haber sido favorito junto a Meade, se puede eliminar de la lista a Solomon. El nuevo presidente del Consejo de Alumnos sería Luis Miguel Montaño, matemático, hoy vocal del IPAB; y el sucesor de Montaño, Luis Videgaray.
Doce de calificación
Viajar desde la torre de avenida Juárez hacia Miguel Ángel de Quevedo para comer unos pastores en El rincón de la lechuza puede resultar frustrante, aunque no se mire el reloj. Sobre todo, cuando la torre del IMSS y el Senado no se encuentran demasiado lejos de Polanco.
Gracias a las taquerías tal parece que, lo que se consume en ellas y los amigos, son dos bienes complementarios. Ernesto Cordero, José Antonio González Anaya y Meade lograban triangular los horarios para comer unos tacos en una taquería de Polanco cuando los dos últimos fungían como director de Pemex y Secretario de Relaciones Exteriores, respectivamente. La amistad de los tres parece ser inquebrantable y duradera. Por algunos meses, Cordero y Meade tuvieron sus oficinas a pocos metros de distancia; Reforma y Milán, Sedesol y el Senado. El restaurante Cuchilleros, quizá para enriquecer la amistad, una buena opción.
La amistad de Cordero con Meade, desde el primer día de clases en el ITAM en 1987. Así lo ha contado Cordero en varias ocasiones.
Quienes conozcan el ITAM saben que los pasillos pudieron ser utilizados para una grabación de Buñuel. El primer día de clases puede resultar un curso de caminata laberíntica sin tener la seguridad de que se va a llegar al salón. Los nerds siempre son los que llegan primero. Cordero, por cierto, llegó antes que Meade en aquella ocasión.
El profesor Juan Carlos Belausteguigoitia, profesor de Meade en la clase de Economía IV reveló a todos los alumnos que Meade había sacado 12 de calificación. No es difícil imaginar el dolor de estómago entre los que aspiraban a un siete, quizá.
Veintisiete años después, José Antonio Meade se encuentra en la antesala de una candidatura presidencial. En la ciencia política no hay nada escrito, sólo tradiciones en los destapes. Una de ellas la ha descrito Jorge Castañeda en varias ocasiones. Entre familiares políticos los padres siempre prefieren a los hijos sobre los hermanos.
Pensemos por ejemplo en Carlos Salinas, cuyo hermano Manuel Camacho fue descarrilado por su hijo, Luis Donaldo Colosio. Pero como dice un secretario de Estado del actual gobierno, cuando se lanzan las cartas del juego se reconfiguran escenarios. Las cartas que recibió Meade en diciembre pasado presagiaban lo peor. De la erupción del gasolinazo emergieron las balas de los huachicoleros.
De manera misteriosa, Osorio Chong despareció del círculo de acción durante las vacaciones navideñas, mientras que las pantallas de televisión se instalaban en casa de saqueadores. Seis meses después, el presidente Peña ve que la crisis decembrina fue acotada y disipada por el hombre de las respuestas serenas; el político que de joven ya tenía el carácter de una persona mayor.
Pasan los años y es difícil que los hermanos Meade Kuribreña no desayunen juntos en casa de su padre. Prueba de que infancia es destino.
Dionisio Meade provocó que su hijo José Antonio viviera en tiempo real dos épocas, la de los sueños universitarios junto a la realpolitik.
Una red de contactos de todos los colores
La empatía de José Antonio Meade con la clase política, sin distinción ideológica, la sembró su padre Dionisio y la cosechó él mismo en dos momentos fundamentales: en 2009, cuando negoció la Reforma Hacendaria en su desempeño como subsecretario de Ingresos, y su añeja amistad con Ernesto Cordero, quien lo introdujo al círculo del presidente Felipe Calderón. En ambos escenarios, Meade hizo crecer su musculatura con diversos partidos políticos.
Meade acostumbra reunirse muy a menudo a desayunar, comer o cenar en su casa o en la de su padre en San Ángel Inn, quien le creó este hábito de citarse con personajes clave de la política, de la economía, los negocios y hasta de las iglesias, especialmente la católica. Dionisio Meade, siendo panista, fue subdirector de Enlance Legislativo durante el gobierno de Vicente Fox, cuando el titular de Gobernación era Carlos Abascal Carranza.
Para la familia Meade son los vasos comunicantes, los puentes que permiten hacer política. En ese grupo han logrado sumar al expresidente Felipe Calderón; al exlíder panista Gustavo Madero y el exsecretario de Comunicaciones y Transportes, Dionisio Pérez Jácome; así como Patricia Flores y los legisladores Ernesto Cordero y Roberto Gil.
Otro de los grupos clave para Meade lo conforman sus excompañeros de estudios y excolaboradores, varios de ellos heredados de su padre.
Con el PAN, la relación de Meade con el dirigente nacional Ricardo Anaya es institucional, pero la comunicación es más fluida con los senadores Roberto Gil Zuarth, Javier Lozano y Salvador Vega Casillas, quienes fueron sus colegas en el gabinete del presidente Calderón, así como con Margarita Zavala, esposa del exmandatario, y la senadora Mariana Gómez del Campo.
En el PRD ocurre un fenómeno similar. Aunque el trato con la presidenta nacional Alejandra Barrales es respetuoso e institucional, el contacto es más cercano con los exlíderes nacionales Jesús Zambrano y Jesús Ortega, quienes al inicio del sexenio fueron los interlocutores para la firma del Pacto por México.
Tomado de:
http://www.ejecentral.com.mx/jose-antonio-meade-el-poder-transfundido/