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Viernes 31 de Ene de 2025
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Abrir o no abrir, ése es el problema

Sergio Anaya
Jueves 07 de Mayo de 2020
 

Justo en el momento de mayor riesgo de contagios por covid-19, los empresarios de todo nivel exigen la reapertura de sus negocios y el fin de la cuarentena.

La desesperación de quienes temen perder sus negocios es comprensible, sobre todo cuando se trata de medianos y pequeños empresarios como los del Mercajeme y en general los comerciantes individuales.

Para ellos la diferencia entre desaparecer o permanecer depende de unos cuantos días de cierre o de reactivación.

Al acercarse el 10 de Mayo, fecha comercial por excelencia, cientos de comerciantes y restauranteros locales se sienten frustrados de no poder aprovechar una festividad que tradiconalmente les deja buenos dividendos.

Si ellos no abren las grandes cadenas comerciales que sí han permanecido activas se quedarán con toda la derrama económica por el Día de la Madre. Un golpe duro, tal vez definitivo para los pequeños y medianos empresarios.

En esta circunstancia radica el error más grande y costoso cometido por las autoridades que han dejado operar a las grandes cadenas comerciales al mismo tiempo que impiden hacerlo a los de pequeña escala.

 

Pero el reconocimiento de este trato desigual e injusto, no puede ocultar una realidad objetiva: La reapertura, aunque sea gradual, de cientos de negocios en estos días elevará exponencialmente el número de contagios y agravará la crisis de salud por coronavirus.

Nos encontramos así en una situación difícil en extremo donde chocan hechos reales como el empobrecimiento de empresas medianas y pequeñas que si antes batallaban para subsistir, ahora de plano quedarán a un paso de la extinción. 

Y frente a ello, la reapertura de negocios y la consecuente explosión de una bomba de contagios que traería problemas mucho más graves que la precariedad económica.

Entre estos polos, tal vez una opción sea que las autoridades impongan y hagan cumplir a las grandes cadenas comerciales la prohibición de venta de productos no esenciales. Dicho de otra manera: Suprimir la fiesta consumista del Día de las Madres y postergarla cuando menos para dos meses más.

Se dirá que es imposible modificar una práctica cultural tan arraigada como la celebración del 10 de Mayo, pero las circunstancias actuales y los peligros reales justifican esta medida aunque sea por un año.

La otra opción es llevar todos los apoyos posibles a las Mipymes que hoy luchan por sobrevivir, los apoyo que ofrecen la Federación, el Gobierno del Estado y el municipio. Pero aunque el ofrecimiento sea real y bien intencionado, llevarlos a la práctica no es tan sencillo ni pueden darse con la celeridad que exigen la difícil situación en la que se encuentran muchos negocios.

En este contexto se elevan las presiones de los sectores económicos, cada quien a su nivel.

La presión que ejerce el gran empresariado nacional tiene elementos reales, indiscutibles, pero es fácil percibir detrás de la buena intención un mensaje subliminal al gobierno federal: O haces lo que nosotros decimos, o no tendrás éxito. Desafortunadamente la actitud retadora y ofensiva mostrada por algunos representantes de cúpulas empresariales resta confianza al fervor desinteresado que presumen. En las semanas recientes una y otra vez han sido comparsa de partidos y dirigentes opositores que buscan el fracaso y destitución del gobierno actual. ¿Cómo creerles que ahora sí actúan por una solidaridad dudosa?

¿Cómo creerles cuando algunos de ellos se han negado a parar actividades y mantienen sus fábricas y empresas laborando sin importarles el peligro en el que están sus trabajadores?

 

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