En el cierre de sus campañas electorales los candidatos se refugian en la popularidad de los grupos musicales más conocidos de Sonora.
Es el último mitin y hay que reunir en torno al templete a miles de personas dispuestas a soportar los mismos discursos, las mismas palabras y exclamaciones que han escuchado durante los meses recientes, todo eso con tal de escuchar en vivo a sus bandas favoritas.
Los políticos reconocen su incapacidad para conmover a las multitudes y ceden paso al ritmo guapachoso de La Brissa y su himno "La colales". ¿Qué candidato por sí mismo podría congregar a miles como lo hace Su Majestad? Ninguno.
Sólo los paleros que hablan a noticieron radiofónicos o escriben sus mensajes en Facebook se atreven a asegurar que sus candidatos emocionan a la gente. La realidad todos la conocemos.
Vamos al bailazo con el internacional Grupo Laberinto, mueve el esqueleto al ritmo del PautAzul, saca brillo al pavimento con las suelas de tus zapatos cuando bailas con La Caña. Olvidemos la violencia criminal que envuelve a Cajeme.
La vitalidad de la cultura popular anima el cierre de campañas. Debemos festejar porque ya se acabaron las promesas, la perorata ramplona, el encono de rivales que debajo del ring se abrazan y hacen negocios.
Las trompetas suenan ya, un paso adelante dos pasos atrás.