Con excepción de las tremendas pelas que nos arrimó mi apá y las temibles inyecciones de antibióticos de doña Celia, mi infancia fue un largo oasis lúdico de corretizas y caballos imaginarios en balaceras de westerns donde no moría nunca nadie y solo fingían su cadáver para luego seguir jugando.
Una pubertad hormonal y onánica despuntó en la noviecita del cine los domingo y la plazuela enferiada al filo del oleaje de los sesenta.
Luego de Hermosillo me largué al Distrito Federal a un Zacatenco del Politécnico donde trepé trolebuses y mañanas preclaras mientras un maestro de traje, alopécico y añoso tatuaba ecuaciones blancas sobre la piel color verde de la pizarra del salón de clases.
No sabía cuando iba a regresar al pueblo, pero aquellos tres primeros meses de la carrera después de "La casa breve" fueron tres siglos en cámara lenta de una película filmada a mil quinientos metros sobre el nivel del mar.
Tras la etapa carreril en chilangolandia caí en una maquiladora atestada de mujeres jóvenes hacinadas en las tres plantas de una casona alquilada por los gabachos para zurcir memorias de computadora: Litton Co.
Era el Tijuana del Blue Note y la garita encolada de carros enfilados para cruzar a San Diego desde las marrullerías de la Tía Juana arrasada de gringos pedos y gringas de fachadas en sandalias de playa y gafas a la Marylin Monroe.
Aquella fue parte de otra estancia breve de tres meses donde perdí la oportunidad de haber hecho vida con una bella pochita emigrada.
Lo que sigue, abreviando un intermezzo también breve y límbico, subí el cerro de la Campana y jalé para el Gobierno el tiempo necesario para colarme en las huestes de la compañía de luz donde corté buenas y maduras mientras se pudo y duró aquella luna de miel enganchada tras la breve pausa en una de las primeras maquiladoras extranjeras al pie del Cerro de la Campana.
Habían nacido dos de mis hijas cuando nos fuimos a la Florida de donde volvimos a una cruda realidad, con las comparaciones inevitables, tras haber vivido más de un año en el primer mundo de los mundos posibles.