La tasa de desempleo en México en el mes de diciembre fue de 2.8 por ciento de la población económicamente activa, con cifras ajustadas por estacionalidad.
Se trata del nivel más bajo en más de tres lustros.
Es una tasa que implica de facto que hay un pleno empleo en nuestro país.
La desocupación abierta se redujo en 427 mil personas respecto a la cifra de diciembre de 2021.
Y la población ocupada creció en poco más de 1 millón de personas en el último año.
La discrepancia de ambas cifras deriva del hecho de que la población se califica como desempleada solo si declara estar buscando activamente un trabajo sin obtenerlo.
Claro que no toda la gente que hoy está trabajando lo hace en condiciones formales ni como asalariado de alguna empresa u organismo.
Las mismas cifras del INEGI reflejan que el 55 por ciento de la población trabaja en la informalidad.
Es decir, solo el 45 por ciento tiene un trabajo formal.
Sin embargo, es un hecho que, en las condiciones actuales del país, la inmensa mayoría de la población tiene un trabajo.
Y, este hecho ha motivado que la cantidad de vacantes que haya en el país sea también gigantesca, al menos de varios cientos de miles y quizás de algunos millones.
Las causas de este cuadro son diversas.
La pandemia y el confinamiento cambiaron radicalmente el mercado laboral.
Mucha gente abandonó su empleo previo y optó por alguna otra ocupación, a veces completamente diferente.
Otras personas abandonaron las ciudades a las que habían migrado y regresaron a sus lugares de origen.
Algunos más dejaron de laborar y se apoyaron en los programas sociales del gobierno, que les aseguraban un piso de ingresos.
No sabemos cuántas personas hay en cada condición, pero es un hecho que todos estos factores y algunos otros cambiaron el mercado laboral profundamente.
Hoy, las vacantes que existen en las empresas y organizaciones derivan de la conjunción de diversos procesos.
Hay un segmento de la población joven que tiene intereses y valores diferentes a los de los adultos que están al frente de las empresas. Ya no quieren un trabajo con horario regular y con actividades fijas. Prefieren horarios flexibles y preferentemente con posibilidades de hacer trabajo remoto.
Estos jóvenes tienen menores compromisos económicos, lo que los conduce a cambiar de trabajo con más frecuencia que en el pasado, produciendo vacantes.
Otro segmento tiene que ver con personas que probaron nuevas actividades durante la pandemia y tienen reticencia para regresar a sus anteriores actividades, o lo hacen solo de tiempo parcial o en ciertos intervalos, según las necesidades económicas que tienen.
Otro grupo de empresas se enfrenta con el hecho de que el tipo de trabajadores que requiere exige niveles de calificación de los que carecen muchos candidatos y aunque hay prospectos para cada vacante, no hay quien reúna los requisitos.
La escasez de mano de obra se ha convertido en una constante en múltiples sectores de la economía y en uno de los problemas más serios que tienen las empresas.
Ete hecho no es un fenómeno que ocurra exclusivamente en México, sino que pasa en otros lugares.
A esta circunstancia se le denomina ‘la gran renuncia’ y también existe en México.
La movilidad laboral ha crecido fuertemente y en algunos segmentos hay también más interés por el emprendedurismo.
Diversas personas ya no quieren ser empleados sino buscan proyectos en los que ellos sean sus propios jefes.
Cuando se habla del ‘nearshoring’ y de la atracción de la inversión foránea, a veces se pone énfasis en obstáculos como la falta de infraestructura o los problemas con el abasto de energía.
Pero, no puede ignorarse el tema de la escasez de mano de obra, como uno de los factores que pueden conducir a que haya diversas inversiones que finalmente no aterricen en el país ante esta limitante.
No lo ignoremos.
Tomado de:
https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/enrique-quintana/