En lo que va del año, se han registrado reportes de desaparición de dos mil 020 niños, niñas y adolescentes.
Entre el 1 de enero y el 31 de diciembre del 2022, se reportaron seis mil 213 personas menores de 18 años sin localizar, de las cuales mil 969 siguen sin ser encontrados.
La cifra incrementa si se considera el registro completo de la CNB: desde 1964 y hasta el 24 de abril de 2023 habían sido reportados como no localizados 92 mil 742 niños, niñas y adolescentes; de los cuales 18 mil 611 permanecen desaparecidos.
La doctora Nohora Niño, del Colegio de Sonora, lleva alrededor de 20 años estudiando a las infancias, y ella identificó que el análisis de las problemáticas que afectan a este sector de la población han cambiado. En generaciones anteriores de infancias y adolescentes, las principales preocupaciones versaban sobre el acceso a la educación, el trabajo infantil y la violencia intrafamiliar. Ahora, ellos mismos saben que salir a la calle puede traer consigo el riesgo de no regresar a casa.
“Cada vez está particularizándose más las distintas realidades de la experiencia de los niños y niñas en contextos de violencia”, señala. “Por un lado, los niños que tienen que emigrar forzadamente, los niños desplazados, los niños reclutados [por grupos criminales y autodefensas], los niños desaparecidos, los niños asesinados, los niños que tienen a familiares desaparecidos… Entonces, al final sí vemos que el contexto de violencia criminal y armada lo que nos ha generado también es una multiplicidad de experiencias que han tenido que vivir los niños, niñas y adolescentes”.
La entidad federativa que lidera el registro de personas entre 0 y 17 años que permanecen desaparecidas es Estado de México, con un total de cuatro mil 207 no localizados. Le siguen, en orden, Tamaulipas con mil 780 registros, Ciudad de México con mil 400, Nuevo León con mil 187 y Veracruz con 983.
“[Las manifestaciones de la violencia] Nos debería implicar un mayor interés y preocupación también, tanto a la sociedad como al Estado, de cómo respondemos ante estas experiencias esta realidad es que están teniendo que atravesar las infancias. No nos gustaría que ni siquiera la sociedad en general –pero en particular los niños, niñas y adolescentes– tuvieran que vivir esa realidad, pero es lo que estamos viendo y ante eso, tenemos que revisar también cómo debemos actuar, qué debemos hacer para poder atender a los niños que viven ausencias y orfandad por padres y madres que han sido desaparecidos o asesinados”, recalca la académica.
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