A nadie le extraña la eliminación de Silvano Aureoles y Miguel Ángel Mancera de la lista de aspirantes a la candidatura presidencial por la alianza Va por México. Desaparecieron en el primer filtro.
“El daño no es a la persona, es al proyecto. Lo lamento mucho. Desconozco en qué esfera de poder se tomó la decisión”, expresó un Mancera que fingió estar sorprendido.
Por su parte Aureoles acusó: “Es injusta la decisión que ha tomado el comité organizador porque no conocemos con qué criterios, con qué elementos, la decisión que ha tomado el comité deja muchas dudas y eso pone en riesgo el rumbo y la solidez del Frente que tanto necesita nuestro querido país”.
Expresiones de dos eliminados previstos.
Es lógico que un partido en proceso de extinción no tenga una personalidad con relativa fuerza para suscitar alguna emoción o esperanza en el electorado.
Ellos lo sabían, lo sabía la directiva del PRD que ahora estará en el terreno que más le acomoda: Colaborar con la oposición y buscar dividendos, aunque sea una migaja del poder que llegaría a tener esa alianza en caso de ganar la presidencial, aunque esto se antoja también muy difícil.
Protestarán por la eliminación, se llamarán víctimas de una injusticia y otras inequidades que les permitan levantar la voz y negociar hasta donde puedan lo que la alianza esté dispuesta a darles.
El ocaso del Sol Azteca es lento pero progresivo, irreversible, pero sus directivos son una carga inevitable que deben asumir los coordinadores de la alianza opositora.