Así te recuerdo querida Irma a segundos eternos de tu partida.
Pasiva junto al volcán de extensas fumarolas, prosa poética sedando tempestades.
Siempre al lado del amor de tu vida, labrando en la piel avatares del destino, viviendo en carne propia el porcentaje de triunfos y derrotas, en el barco aquel que navegó con rumbo fijo hacia el puerto de ilusión, la paz.
Juntos Ramón y tú pintaron con privados colores las estrellas de su propio firmamento, cada quién cantó sus propias odas a sus propios olimpos y parnasos.
Espíritus iguales en iguales caminos, poéticos jardines en un solo destino.
Alzaste al final tus brazos al gigante Romeo, que con rosas impaciente esperó tu llegada, marcharon juntos tomados de la mano, al mundo de recuerdos donde aún sobreviven impacientes, la primera mirada y aquél primer beso, que en estos segundos ya no se extraña.
Descansa ya en paz, la larga espera como misa de vida, ha terminado.
Con Cariño
Vuestro siempre amigo.
Andrés González Prieto