Si como todas las encuestas lo señalan Claudia Sheinbaum será presidenta electa a partir de la noche del domingo, la gran mayoría de los mexicanos tendrán que conocerla tal como es.
Lo que hemos visto hasta hoy no es por supuesto la mujer que concentrará todo el poder presidencial. Ahora sólo conocemos a la persona idealizada por el marketing político y por sus correligionarios o a la candidata irrelevante que, según la oposición, depende de AMLO y seguirá a la sombra de él.
Ninguna de estas dos versiones es suficiente, no sirven para conocer a la mujer que gobernará el país los próximos seis años. Por una simple razón: Ningún candidato se desprende de su protector cuando éste es el Presidente de la República, está subordinado al mandatario mientras no llegue el momento del relevo.
Será ese momento cuando empiece a dibujarse la verdadera personalidad de la nueva presidenta. La mayoría podemos pensar que será una tecnócrata moderada pero con mano dura sobre sus colaboradores. Poco a poco irá desprendiéndose de todo lo que huela a cercanía con López Obrador para imponer su propio estilo personal de gobernar. Lo del tabasqueño se irá difuminando al paso de los días y pronto se verá como un es-pejismo nada más.
La candidata fría, centrada, difícilmente resistirá el asedio de los aduladores y la voluntad de poder que revelan la identidad real de quien está en la cima de un sistema presidencialista como el mexicano. Y será sólo ella, ya no tendrá un AMLO a quien agradecer ni compañeros de partido para tomar en cuenta, ellos sólo serán subordinados dispuestos a hacer lo que les ordene.
Sólo hasta entonces sabremos quién es verdaderamente Claudia Sheinbaum.