Nota publicada en Infocajeme el domingo 10 de febrero de 2013.
Entre las aguas cristalinas del río Yaqui han aparecido pequeñas manchitas de agua turbia que delatan el surgimiento de un mal hasta ahora pequeño, pero que si no se ataca a tiempo podría convertirse en un problema letal: la contaminación provocada por la búsqueda de oro en el fondo del río.
En esta actividad participan dos comunidades asentadas en las márgenes del Yaqui: Cumuripa, cercana a la presa del Oviáchic, y San Antonio de la Huerta, en el municipio de Ónavas. En jornadas de sol a sol los modestos gambusinos realizan una rudimentaria minería cuya principal beneficiaria es la empresa que compra las pepitas de oro.
Investigadores de la Universidad de Sonora y el Itson realizan estudios para medir el impacto económico y ambiental de esta actividad, así como los requisitos indispensables para obtener el permiso legal que aún no tiene.
El impacto más evidente es la franja de aguas turbias que se observa a simple vista o desde el avioneta en vuelo.
Rodrigo González Enríquez, investigador del Itson, navegó el río a bordo de una lancha para constatar evaluar dicho impacto y tomó las fotos que ilustran este reportaje.
"El oro se extrae en los lechos del río mediante un proceso que incluye el uso de trascavos para sacar materiales como grava y arena; éstos son cribados varias veces hasta que poco a poco se quedan los materiales más pequeños entre los cuales brillan las pepitas", explica González.
Los sedimentos del material extraído y cribado, señala, se acumulan en la orilla del río y después regresan a éste ocasionando la turbiedad de una franja que no se mezcla con las aguas limpias.
El peligro, advierte González, es el daño producido por las aguas oscuras al no dejar pasar la luz que necesita la flora del río para reproducirse; y sin esta flora tampoco se reproducen los peces. La vida vegetal y animal está en riesgo.
Otro peligro, añade, es el asolve que poco a poco puede acumularse en el sistema de presas.
Preocupa asimismo el posible uso de productos químicos en el proceso de separación del oro. El más letal es el cianuro y aunque todavía no se han encontrado indicios de su aplicación, si no se reglamenta la actividad podría aparecer tarde o temprano.
Además en las pequeñas explotaciones en las márgenes del río aparecen plásticos cuyo empleo aún no tiene una explicación satisfactoria para descartar su impacto contaminante.
La falta de empleos y las necesidades de las poblaciones asentadas en las márgenes del río Yaqui puede propiciar un incremento riesgoso de esta actividad, por lo que urge tomar medidas prácticas y sencillas para evitar un impacto ambiental de grandes proporciones.
Esto se puede resolver con represos que detengan el agua para que el sedimento se quede a la orilla, o con fosas que reciclarían el agua hasta limpiarla y regresarla así al río, suigere Rodrigo González.
Las soluciones están allí y no pueden esperar a que el problema siga creciendo.