Olvidado por las autoridades y en general por la sociedad cajemense, Francisco Javier Armenta Cota, el héroe ciudadano que salvó a 11 personas del incendio de Plaza Tutuli, cumple un aniversario lucutosa más, 27 ya.
Fue el 11 de agosto de 1997 cuando una chispa generada en el área de cocina del supermercado VH desató el incendio que costó la vida de 11 personas que se encontraban en ese lugar.
Pudieron haber sido más pero la intervención valerosa de los bomberos y de personas como Francisco Javier lo impidió.
Él, un joven abogado egresado de la Unison, había acudido ese día al supermercado en compañía de su hermana Martha. Alrededor de las 11:15 horas una explosión en el área de cocina ocasionó el incendio que en pocos segundos atrapó en el interior del super a varias personas. Algunas pudieron escapar del humo, entre ellas estaba Francisco.
Pero en lugar de ponerse a salvo, se detuvo para ayudar a su hermana quien ya había sido alcanzada por las llamas. Después que sacó a su hermana regresó para salvar a otras 11 personas, algunas de las cuales ya estaban muy dañadas y morirían días después; otras alcanzaron a sobrevivir gracias a la acción heróica de Francisco.
Él fue de los que no pudo sobrevivir. Una semana después, el 18 de agosto, el daño ocasionado a sus pulmones por el humo y el fuego le cortó la existencia.
En un siglo de historia, Cajeme tiene en Francisco Javier el más alto ejemplo de heroísmo, de entrega desinteresada por el bien de los demás. Es el suyo un ejemplo que debería sembrarse en la conciencia de los niños y los jóvenes de nuestro municipio, sobre todo en esta época de antivalores que nos han hundido en la etapa más violenta de nuestra historia citadina.
Pero las sucesivas administraciones municipales han minimizado la importancia simbólica que tuvo este acto. Incluso cuando se le "reconoció", en el 2002, fue para incluirlo en una larga lista de ciudadanos distinguidos que sin duda merecen reconocimiento, pero el caso de Francisco Javier merece un tratamiento aparte.
La "formación cívica" de alcaldes y funcionarios sirve para elogios, homenajes y eventos festivos o de contenido político para halagar a poderosos, pero no a un modesto ciudadano que en otras ciudades ya tendría cuando menos un monumento en honor a su heroísmo. Una calle o una escuela llevarían su nombre.
Sin embargo, Francisco Javier Armenta Cota sigue en el olvido y esta indiferencia refleja de manera contundente el tipo de sociedad que somos los cajemenses.