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Viernes 22 de Nov de 2024
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Dos de octubre y sentimiento en Cajeme

Alejandro de la Torre D. / CRóNICA10.
Martes 1 de Octubre de 2024
 

“¿Que ocurría antes del inicio del Movimiento Estudiantil de 1968? Algo muy simple: no estábamos dispuestos a respetar al disidente, porque aún no le conocíamos, porque sólo teníamos nociones difusas, vagarosas, francamente pop y comerciales de lo que es la rebeldía y el anticonformismo. ¿Y cómo podía ser de otro modo? Habíamos vivido siempre la historia oficial”

Carlos Monsiváis. 20 de noviembre de 1968.

 

Mil novecientos ochenta y tres, fue el año en que empecé a revisar cada año la matanza de Tlatelolco. 

Conocí el complejo de edificios multifamiliares de Nonoalco Tlatelolco y uno de ellos, el Nuevo León fue demolido después del sismo de 1985. 

Paseé por el escenario de la plaza, me bajé en la estación del metro una decena de ocasiones, comí tacos, compré algo en la Comercial Mexicana cercana, e incluso dormí una noche en uno de los departamentos propiedad de Agustín Ávila casado con la Cajemense Laura, sobrina del camarada de la silla de ruedas, Licenciado Diego Farías Cabrera.

Ese año fue marcado por la muerte de Vicente de la Torre Jiménez, mi padre, el primero de octubre. 

Después leí mucho, todos los años, desde la reseña de Elena Poniatowska: “La Noche de Tlatelolco” que leí cuando contaba con 10 años de edad, era un libro de muchas ilustraciones por eso lo terminé sin mucha dificultad.

En 1998 conocí a Rodolfo Rodríguez Meléndrez, el “Chichí Melendrez”, en un pequeño acto de conmemoración por los 30 años de la represión, a eso de las 6 de la tarde en la otrora Plaza Morelos frente al Palacio Municipal de Cajeme, con micrófono en mano, su relato me estremeció no tanto por lo informativo, sino por la contundente exclamación de orador que impactaba hasta al más pasivo de los oyentes. 

Al excelentísimo Chichí no me le desconecté hasta su fallecimiento hace cuatro años, y tuvo la oportunidad de narrarme una marcha en septiembre de 1968 en la cual fue orador sin micrófono en la calle Madero ante más de 20 mil personas entre estudiantes y gente del pueblo. 

Al cortarles la electricidad no hubo donde conectar los equipos y a garganta limpia el maestro, en ese entonces de 28 años de edad, de la Universidad de Sinaloa, declamó su discurso en que incriminó al gorila Gustavo Díaz Ordaz. 

Con las cuerdas bucales delirando por el fragor del grito, le reventaron una hora después escupiendo sangre ante un trago de tequila que equivocadamente sorbió al brindar por el éxito del acontecimiento.

También Gilberto Guevara Niebla, egresado de la preparatoria del ITSON, entró a estudiar en la UNAM en 1966 y se colocó como uno de los más reconocidos dirigentes del Comité Nacional de Huelga y líder estudiantil.

Pero en esa época, no llegaba la información de lo que sucedía en el Distrito Federal, no llegaban ni los periódicos, y el único canal de televisión nunca informó de nada, notas esporádicas y personas que chismeaban de los sucesos era todo lo que se sabía en Cajeme.

Todavía las consecuencias de la terrible matanza y represión subsecuente con la que sometía el Estado priísta a la sociedad, no impactaba en el razonamiento de una comunidad con mucho arraigo campesino pero sin tradición cultural. 

Hasta 1974 fue con los movimientos estudiantiles en las preparatorias y en el ITSON cuando el sentir de los pobladores en Ciudad Obregón pudieron entender de los cambios que se produjeron en la vida política y social, y del hegemonismo de un solo partido en el gobierno representante de una burguesía regional caciquil e intelectualmente retrógrada.

Nunca en Cajeme hubo una tradición para recordar los hechos, pero sí tuvo posteriores repercusiones en los movimientos populares de los años 70, desde la rebelión estudiantil de 1974, la toma de tierras de campesinos en 1975, la derrota del PRI en las urnas en 1979, los movimientos populares que exigían un solar urbano para vivir y algunas protestas de sindicatos obreros.

El sentimiento popular y el cambio de comportamientos en el vivir diario, fueron modificados paulatinamente pero nunca con la trascendencia para erigir nuevas formas culturales y de convivencia que rompieran con el subdesarrollo educativo y con los patrones costumbristas tradicionales.

Solo la incorporación de miles de cajemenses descendientes de la clase campesina a las fábricas maquiladoras ha provocado cambios drásticos para modificar rasgos costumbristas y de desvinculación cultural y religiosa que dejaron padres y abuelos.

Hoy a 52 años de los hechos del movimiento de 1968 nuestra comunidad no puede entrar a un nivel óptimo de desarrollo y sufre la desintegración social y el bajo crecimiento económico y de su nivel de vida, que se refleja en los gustos poco elaborados para entender las manifestaciones artísticas, las expresiones plurales y la diversidad cada vez más, en el pensar y el sentir de una generación milenials que no se conforma con el fracaso de un pingüe desarrollo, del que no muy bien está conforme.

PIE DE FOTO:

Plaza Emlliana de Zubeldía, 1967, el Ejército entra a la Unison.

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