Mata a su rival y se casa con su marido, manda a su hijastra mayor al manicommio y separa a la pareja protagónica desde niños. Como la malvada Bárbara Greco de Elizalde en Mañana es para siempre, Lucero ha dejado bien atrás la imagen de niña buena que mostró hace un cuarto de siglo en Chispita.
Después de matar a la esposa de su ahora marido, mandar a su hijastra mayor al manicomio y separar a la pareja protagónica desde niños, Lucero se ha convertido en la malvada Bárbara Greco de Elizalde en Mañana es para siempre.
La reconocida actriz pertenece a la nueva generación de villanas conformada por figuras como Edith González en Mundo de fieras y Doña Bárbara; Daniela Castro en Pasión; y Leticia Calderón en Nombre del amor.
A diferencia de la actualidad, en el pasado eran pocas los histriones que se atrevían a aceptar papeles antagónicos pero esto ha ido cambiando poco a poco.
Las villanas antiguas eran personas del estilo de Catalina Creel de Cuna de lobos, personificada por María Rubio en 1987, quien mató a su marido y secuestró a un niño para asegurar la herencia de su hijo favorito; Diana Bracho como la Tía Evangelina en Cadenas de amargura, la solterona que en 1990 mataba a todos los que querían a su sobrina; o como Dulcina interpretada por Laura Zapata en Rosa salvaje en 1987, quien hace todo lo posible por separar a su hermano de su verdadero amor, estelarizado por Verónica Castro, así como a su hermana del amante de ambas.
Sin embargo, las contemporaneas tampoco se quedan atrás con sus fechorías.
González como Jocelyn Rivas del Castillo de Cervantes Bravo en Mundo de fieras logró robar cámara a la protagonista de este proyecto Gaby Espino al ser egoísta, tener amantes por doquier y obsesionarse con su esposo, protagonizado por César Évora. En Doña Bárbara, la rubia crea un personaje de una mujerque tras ser ultrajada sexualmente crea un carácter fuerte, abandona su hija y usa la brujería para controlar la región y obtener poder con los hombres que la rodean.
Castro, por su parte, como Lisabeta de Salamanca en Pasión usa su ceguera para manipular a los que la rodean y tratar de conquistar al amor de su vida.
Estos cambios de actrices que personifican a “los malas”, como los conoce el público, han sorprendido a la audiencia, sobre todo porque ellas eran antes las heroínas, las buenas.
Según la profesora universitaria Ana Bertha Uribe — quien próximamente lanzará a la venta un líbro sobre las telenovelas — se deben en gran parte a la oportunidad de trabajo para las histriones.
“Ha cambiado la parte de la forma en que ciertas figuras se atreven [a ser villanos]. Sí, por la competencia, por la demanda. En el caso de Lucero, tiene que competir con otros personajes nuevos, así que tiene que experimentar en otros ámbitos”, afirmó.
Por su parte, Lucero describió a su trabajo como un nuevo reto.
“Es un personaje increíble, de muchas matices, es muy diferente a lo que he hecho”, dijo la cantante de Veleta a los medios en la presentación de esta telenovela, aunque cabe recordar que en Lazos de amor, uno de sus personajes de trilliza era villana.
En la actualidad, la mayoría de las villanas tienen una mejor apariencia física que en el pasado. No tienen la necesidad de utilizar un parche en el ojo como Catalina Creel o de fingir estar embarazada como Cynthia Klitbo en El privilegio de amar para llevar a cabo sus ataques contra el resto del elenco.
“Los productores buscan artistas que sean bonitas y delgadas. La mayoría de ellas son más bonitas que antes porque quieren que más familias vean la televisión”, aseguró la socióloga Elsa Valdez.
Al lucir más atractivas, los encargados de estos proyectos televisivos, logran un mayor nivel de audience.
También, las nuevas antagónicas se han alejado del estilo caricaturesco o exagerado como los peinados abultados de Catalina Creel o la Tía Evangelina.
Otra trasformación que ha ocurrido es la invasión de las villanas en papeles protagónicos, que usualmente son muchachas bondadosas y abnegadas.
ste es el caso de Bárbara Mori en Rubí, donde dio vida a una joven ambiciosa que hacía todo lo posible por lograr sus caprichos sin importar a quien lastimaba; así como a Carmen Villalobos como Catalina en Sin senos no hay paraíso, cuya obsesión con tener unos senos más grandes para prostituirse con los narcotráficantes la lleva a destruir su vida poco a poco, sin darse cuenta de la realidad.
Uribe explicó que para las mismas actrices es un reto incursionar en un ámbito como este y por ende benefician su carrera.
“También es [positivo] en cuestión de ratings, ratings en cuestión de ellas mismas hacer cosas que antes no hacían, aunque sea un personaje célebre”, explicó.
Sin embargo, la catedrática aseguró que pese a los cambios en el estereotipo de actrices que daban vida a los personajes más odiados de la television, la esencia de estos roles sigue siendo el mismo.
“El personaje, el arquetipo del personaje, que tiene por objetivo hacerle la vida imposible al personaje protagónico, no ha cambiado mucho. Lo que ha cambiado es la forma de narrarlo. La esencia sigue siendo igual pero ha cambiado la forma que se viste el personaje, la manera de escenificarlo y la persona que lo hace”, aseguró.
Tanto Uribe como Váldez aseguraron que estos cambios ocurridos en las villanas, por grandes o chicos que sean, se debe a lo que el público demanda a las compañías productoras como Televisa, TV Azteca, Univision y Telemundo.