Culiacán, Sin.- En la capilla de Jesús Malverde ni la influenza impidió que con música, velas y cantos norteños celebraran los 100 años de la muerte del llamado "Bandido generoso".
En el reducido espacio, ocupado en su totalidad, las notas de tres grupos se turnaron para entonar canciones que hablan del surgimiento del mito, presuntamente muerto en la horca el 3 de mayo de 1909.
Frente al busto del llamado "santo de los narcos", entre decenas de fotos y mensajes escritos en las paredes, el olor a cerveza se mezcló con el de cera quemada de velas.
La celebración no tuvo desfile ni baile. Jesús González, encargado del templo no reconocido por la Iglesia Católica, dijo que ante la emergencia sanitaria trasladaron el festejo al 17 de mayo.
"La gente de todos modos vino, porque Malverde sigue más vivo que nunca", expresó.
Frente al "capellán", la figura de Malverde fue testigo de un desfile de personas. Algunas se acercaron con la cabeza baja. Lo tocaron. Le dejaron una vela y le rezaron una letanía en voz baja.
Los ramos de flores también formaron parte de las ofrendas, colocadas en diferentes partes de la capilla, sin faltar las fotos del recuerdo que ahí mismo se tomaron y vendieron.
"Yo vengo todos los años, porque le tengo fe", expresa una mujer.
La música se vuelve escuchar, y la fiesta en honor a uno de los mitos más populares de Sinaloa, continua durante todo el día.
La historia
El 3 de mayo de 1909, los rurales —policía secreta porfirista— capturaron a Jesús Malverde, líder de una banda que mantenía asolada la región con asaltos a las familias acaudaladas, cuyo botín compartía con los pobres.
Lo ahorcaron y las autoridades no permitieron que descolgaran sus restos, para que quedara como lección de lo que les sucedería a quienes pretendieran imitarlo.
Tiempo después, el cadáver cayó y la gente fue cubriendo los restos con piedras, hasta formarse un montículo al que alguien le colocó una cruz.
Su verdadero nombre era Jesús Juárez Mazo; su mote, Malverde, obedecía a que actuaba cubierto con hojas de plátano —era un “mal verde” que se camuflaba— , y su fecha de nacimiento fue el 24 de diciembre de 1870.
Pero a finales de 2004, Gilberto López Alanís, director del Archivo Histórico de Sinaloa, halló el acta de un niño “nacido en este lugar (Paredones, al norte de Culiacán) hoy (15 de enero de 1888) a las cinco de la mañana, a quien se puso de nombre Jesús, hijo natural de Guadalupe Malverde, mayor de edad, soltera”.
¿De modo que Malverde existió?, se le pregunta al titular de los archivos sinaloenses. “Existe como deidad. Ahí está... Y como archivo histórico nosotros lo que hacemos es presentar el acta y que cada quien asuma su forma de interpretación. Nosotros damos una evidencia a través de un documento de época”.
La devoción de esta figura, aunque incipiente, habría iniciado apenas muerto el personaje. El ánima de Malverde empezaría a ser para muchos una entidad siempre atenta a sus súplicas.
Su capacidad de convocatoria en las primeras décadas sería modesta, hasta que, paradójicamente, la llegada de la modernidad lo afincaría en la creencia popular: a finales de los 70, en las postrimerías del régimen de Alfonso Calderón Velarde, en el sitio donde habría caído el cadáver de Malverde se iniciaría la construcción de la actual Unidad Administrativa de gobierno.
Pero, según la leyenda, la maniobra para derribar la cruz se complicó. Eligio González, custodio de la devoción a Malverde por más de 30 años, hasta su fallecimiento en 2004, narraba la fantasía de que “poderosos buldózer limpiaron y emparejaron los terrenos, pero al llegar a la cruz misteriosamente se descomponían”.
Al final, el inmueble habría sido levantado en un terreno contiguo, permitiendo así que se construyera la ermita que hasta hoy es el núcleo del ascenso sostenido de la feligresía.