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A sus 14 años, Oscar Adolfo Araiza Grijalva nunca imaginó que habría de vivir junto a un terrible enemigo: el cáncer.
Y aunque hace un año esa enfermedad le quitó uno de sus brazos, el izquierdo, lo cual le ha hecho revivir la misma historia de su bisabuelo paterno, hoy parece remontar la depresión que eso le produjo.
Una de las “terapias” que le ha ayudado mucho a salir de su encierro ha sido su pasión por el dibujo.
“Quiero dibujar, no cualquier cosa, necesito que me signifique algo”, dice.
Tercero de cuatro hermanos, con quienes vive en la colonia Campestre, en el hogar encabezado por la señora Romina Grijalva Valencia, el jovencito dice que tiene un lema ante su adversidad:
“Darte valor es todo lo que necesitas”.
Es por ello, indica, que se dio el valor para montar una exposición de sus dibujos en el Centro Universitario Vizcaya de las Américas, apoyado por la agrupación Café Literario que dirige Ofelia Collins Vélez.
En principio pintaba para satisfacerse como persona, para remontar las malas pasadas de la vida, pero ahora ha decidido salir a mostrar su arte al público.
Estudió hasta primero de secundaria pero al quitarle el brazo ya no quiso mas acudir a la escuela, refiere, y ahora que el cáncer se ha vuelto a apoderar de su cuerpo, muy cerca de su corazón, prefiere enfrentar la vida.
Quiere disfrutar cada momento, afirma, junto a sus hermanos mayores, Brenda, Zulema y Sergio Roberto, y disfruta de la compañía de su pequeño sobrino Alberto Javier, a quien le comparte canicas y cuida que no haga muchas travesuras.
Ellos y sus primos, Abraham y Vianney, son sus mejores amigos, dice.
Si bien cuenta con todo el apoyo de su familia, afirma extrañar los momentos vividos en la escuela primaria, una de sus épocas más felices en su corta existencia, pero más que todo quiere ser mejor dibujante y encontrar la inspiración que le permita “darse valor cada día”.
