Este día celebran día internacional contra el cáncer de mama.
María Guadalupe Vargas Peña se bañaba cuando se dio cuenta de que en su seno derecho había una pequeña bola, que antes no había notado.
Eran los primeros días del mes de marzo de 1992 cuando ese pequeño cambio en su cuerpo llamó su atención y la hizo buscar atención médica para saber de qué se trataba.
Y la voz del médico se lo confirmó: era cáncer de mama.
La semana pasada acudió al Hospital General Regional Uno del IMSS en Obregón a su consulta anual para confirmar que después de 18 años, el cáncer no esté de regreso.
A partir de este día en que se celebra el Día Mundial contra el cáncer de mama, ya no estará pensando, como en el pasado, que podía morir.
Sin creerlo
Cuando en 1992 le confirmaron que tenía cáncer no lo podía creer, incluso se reía nerviosa en el consultorio del primer médico que la atendió.
Pero la enfermedad era real y tenía que enfrentarla para sobrevivir.
“Ese día sí lloré. Dije: me voy a morir, eso fue lo que pensé, antes de entrar al tratamiento.
“Era muy difícil, muy cansado porque con cada quimioterapia quedaba tres días tumbada en la cama; no podía comer, tenía vómito, sentía asco, náuseas, me quedaba sin fuerza, al grado que no podía ni caminar”, recordó.
Los tratamientos que recibió durante 1992 consistieron en visitas de lunes a viernes durante 10 semanas para recibir las sesiones de radioterapia, además de sesiones mensuales de quimioterapia en el Seguro Social.
Casi siempre la acompañó una amiga de nombre Bertha Alicia Guevara, quien ahora vive en Tijuana, pero que durante la enfermedad fue su mayor apoyo en los tratamientos y en el cuidado de sus hijas.
Salva seno
“Me dijo el doctor: si da resultado el tratamiento, si todo sale bien, no habrá necesidad de quitarte el seno, porque me decían que si no, no habría otra forma de acabar con el cáncer.
Afortunadamente no hubo necesidad porque con todos esos tratamientos se me desbarató la bola, sólo me quedó la cicatriz de una biopsia y de unas agujas de un tratamiento que me hicieron”, explicó.
Los tratamientos dieron resultado y las consultas pasaron de ser semanales a cada tres meses y finalmente, cada año.
“Cuando me dijo el doctor que vendría cada año, le pregunté si cuándo me daría de alta. No, nunca te voy a dar de alta, porque nunca se puede saber, siempre te vamos a estar checando, y aquí estoy cada año”, agregó.
Autoexploración
Con tres hijas y cinco nietos, más otros tres que están por nacer, ella sabe que es muy importante la autoexploración, porque así como ella tuvo los tratamientos adecuados en una etapa temprana de su cáncer.
También conoció casos que llegaron con los médicos cuando clínicamente la enfermedad estaba ya muy avanzada.
Ahora, cada año acude a realizarse sus estudios de laboratorio, radiografía, mastografía y de ultrasonido previos a su consulta para confirmar que no hay cáncer.
Este año ya comprobó que no tiene por qué preocuparse, salvo por sus tres hijas, a quienes ayudará entre noviembre y enero, cuando cada una dé a luz a tres nuevos nietos.