Este viernes 10 de diciembre falleció Adrián Chacho Barreras, un conocido vecino del Cajeme de Ayer donde su voz fue escuchada y admirada por amigos y extraños.
Desde hace varios años Chacho escribía la columna "Digo" en el Diario del Yaqui, de cuyo fundador, Jesús Corral Ruiz, fue un amigo entrañable.
Tipo alegre, buen cantor, bromista y dicharachero, fue el centro de muchas noches de bohemia. Ahora descansa en paz.
Reproducimos aquí el perfil que sobre este personaje describió el cronista José Escobar Zavala:
Pellizcó el estrellato
Si nos ubicamos en los años de la década de los cincuenta, podríamos lanzar retadoramente la frase ¿Quién no conoce al Chacho Barreras? seguros del carácter afirmativo de la respuesta por parte del agregado social del cajemense. Es que en esa época su figura era familiar en el elenco artístico de las veladas culturales, festejos y ceremonias cívicas. Por su voz tesitura de barítono, pellizcando el rango de tenor ligero, era materialmente acosado por el siempre activo eterno director de Acción Cívica Municipal, profesor Roberto Rojas, para que tomara parte en esos eventos ya que el público así lo demandaba. Cuando menos este era el argumento de persuasión que útilizaba el “profe”. Aunque en honor a la verdad cantaba y canta todavía bastante bien.
Participaba asimismo en programas estelares, de mucho “raiting”, en las dos principales radiodifusoras de Ciudad Obregón: XEAP, de Emilio Manzanilla Siast, y XEOX, de Felipe García de León Escobar, y cuando el periodista Jesús Corral Ruiz relevó al profesor Rojas en la dirección de Acción Cívica, durante el trienio 1952-1955, dado que siempre llevó una estrecha amistad con el Chacho, fácilmente lo convenció para que siguiera colaborando en épicos festivales que tuvieron por escenario el desaparecido estadio Álvaro Obregón.
Casi todo el período que estamos mencionando, Adrián Olea Barreras, prestó sus servicios en la empresa ferretera “Leroy M Byerly”, que ocupaba casi media manzana de la esquina que forman las calles Sinaloa y No Reelección. Al dejar este empleo laboró brevemente como publicista en el periódico Diario del Yaqui y luego trabajo en la discoteca “El Ruiseñor”, de su compadre y amigo Gustavo Gaxiola, un vecino originario de Guamuchil, Sinaloa, que destacó mucho en las actividades deportivas del Cajeme de Ayer, en las ramas de béisbol y baloncesto. Abrió una sucursal en Navojoa, en 1958, cuya responsabilidad quedó al cuidado de nuestro personaje. Al mismo tiempo, ese año logró en uno de sus frecuentes viajes de negocios a la Ciudad de México, que la compañía disquera Columbia –lo que es ahora la CBS- le hiciera una prueba al Chacho. Este pasó satisfactoriamente la prueba y ello originó que los navojoenses, al trascender la noticia, le hicieran una serie de entusiastas despedidas. Muchos creían que era nativo de esa población.
Ya en la capital grabó un disco sencillo que tuvo, a secas, buena aceptación. Por un lado “Cuarto Cerrado”, canción de la inspiración de Nacho Jaime, compositor sonorense; y por el otro, “Ramo de Novia”, de Emilio de Nicolás. De regreso en el terruño, él mismo se dedicó empeñosamente a promocionar el disco, “peinado” comisarías, delegaciones y ejidos del Valle del Yaqui. Para esto, otros de sus muchos compadres, Rubén Cota Blanco “El Chapo Cota”, se dio a la tarea de organizar una caravana con artistas locales, donde brillaban con luz propia, además de la figura estelar que era el Chacho, los también magníficos cantantes Manolo Guerrero y Francisco Moreno Apodaca, el guitarrista Toño limón y el excéntrico bailarín Víctor Sánchez “El Talachán”.
Motivado por éxito obtenido con “Cuarto Cerrado” y “Ramo de Novia”, el popular Chacho Barreras volvió a la Ciudad de los Palacios para llevar al acetato, con la misma firma disquera (Columbia) un par de canciones de Hilario Sánchez, el respetabilísimo compositor y cantante de la vecina población de Empalme. Esta vez el disco no pegó en virtud de que ya estaba invadiendo el ambiente musical de México y del mundo entero la fiebre del rock and roll. Automáticamente quedaron congelados, inactivos, los cantantes en proceso de consagración, como era el caso del Chacho. Además estaba otro factor adverso: su línea, su estilo, se parecía mucho al de Javier Solís, uno de los “monstruos sagrados” que ha dado México.
Cabe decir que Javier Solís y el Chacho hicieron buenas migas. Este le contó que su primera grabación fue con acompañamiento de piano y conjunto orquestal del maestro y compositor Fernando Z. Maldonado. Precisamente interpretó la inolvidable canción de don Fernando “Una aventura más”, que resultó bien y tuvo buena acogida, pero sin llegar a impactar el mercado. Le hicieron entonces una prueba en la línea del bolero ranchero, codeándose con Pedro Infante, Jorge Negrete y demás ídolos que ha sabido electrizar a las multitudes.
Otra vez de nuevo en casa, no decepcionado, sino más bien satisfecho y consciente de que “no hay peor lucha que la que no se hace”, tomó la sabia decisión de darle cristiana sepultura a sus legítimas aspiraciones artísticas en el ramo profesional, para dedicarse por entero a la atención de su hogar y su familia.