Se trata de una emoción que nos permite hacer balances y tomar decisiones importantes, algo que difícilmente logran las personas felices, expuso Benjamín Domínguez Trejo, de la Facultad de Psicología de la UNAM
“En una sociedad que nos dice que la felicidad es el máximo bien a alcanzar, no extraña que la tristeza haya sido uno de los sentimientos más desacreditados, pese a que se trata de una de las emociones más útiles que existen”, sostuvo el profesor Benjamín Domínguez Trejo, de la Facultad de Psicología de la UNAM.
“Si estamos tristes nos encontramos en condiciones óptimas para realizar balances, de evaluar qué hemos hecho bien y en qué hemos fallado, algo que, por un lado, hacen los individuos mejor adaptados, y por el otro, resulta casi imposible para las personas felices”, añadió.
Ya en 1873, en su libro La comunicación de las emociones en los animales y en el hombre, Darwin advertía que los sentimientos juegan un papel importante en la evolución, “y si han sobrevivido a los avatares evolutivos, quizá ofrezcan una ventaja de supervivencia”, suele decir el psicólogo Joe Forgas, de la Universidad de Nueva Gales del Sur, al señalar la necesidad de ahondar en el tema.
“De hecho, la felicidad no siempre es una buena señal”, expuso Domínguez Trejo, quien trabaja con enfermos con cáncer terminal en la Clínica del Dolor del Hospital 20 de Noviembre. “Si uno de ellos no manifiesta tristeza, tenemos un indicador adverso. Mientras más tristes se encuentren, es más fácil que acepten ayuda psicológica y médica, pues se trata de una condición emocional en la que el individuo busca cambiar el estado de las cosas”, añadió.
Al respecto, Domínguez Trejo comentó que la negativa a recibir ayuda por parte de pacientes terminales satisfechos con su condición es más frecuente de lo que se pensaría, “y en esos casos, la tristeza nos resultaría útil, porque al estar ligada a la insatisfacción, el individuo promovería cambios e intuiría mejores escenarios que el actual”.
El engaño de creer que todo está bien
“La tristeza funciona como el dolor que produce una piedra en el zapato, nos avisa de algo que está mal; si ignoramos esa alerta y no hacemos nada al respecto, el pie puede lastimarse, herirse y conducir a una situación incapacitante”, indicó el profesor Domínguez.
A esto se le llama hacer balances, a evaluar la situación actual y tomar medidas para mejorarla, algo que no hace una persona feliz. “Es parecido a lo que pasa con alguien que consume drogas sintéticas; se le puede explicar que eso daña su cuerpo y su psique, pero por estar en un estado de euforia artificial puede llegar a pensar, ¿por qué he de estar mal si esto se siente tan bien?”.
La tristeza puede ser benéfica, el problema es que se encuentra satanizada por esta sociedad capitalista que privilegia los aspectos materiales y luego nos vende la idea de que eso es la felicidad, argumentó el académico.
“De hecho, cada vez nos dan menos oportunidad de estar tristes, y si eso ocurre, inmediatamente nos dicen que es depresión. Cada vez es más frecuente que madres, al ver a sus hijos con ánimos bajos, los envíen con un especialista para que éste les prescriba un fármaco”.
Los psiquiatras Allan Horowitz y Jerome Wakefield, tras analizar datos de la Organización Mundial de la Salud que señalan que el índice de personas deprimidas se ha incrementado tanto, que para el año 2020, la depresión será la segunda causa de incapacidad laboral en el mundo, realizaron una serie de investigaciones que compilaron en el libro de 2007, La pérdida de la tristeza. Cómo la psiquiatría transformó la pesadumbre en desorden depresivo.
Los profesores estadounidenses argumentan que el número cada vez más abultado de pacientes con depresión responden a un diagnóstico deficiente de la medicina moderna, que confunde los síntomas de la tristeza normal con los de un desorden mental que debe ser tratado con fármacos.
“La psiquiatría contemporánea ha, inadvertidamente, caracterizado el sufrimiento normal como si fuera una enfermedad”, señalan ambos en su libro.
Entonces, ¿qué diferencia hay entre tristeza y depresión? La respuesta quizá la tenga el biólogo Lewis Wolpert, quien en su libro de 1999, La tristeza maligna, señala: “La depresión es lo que pasa cuando los sentimientos normales de tristeza se vuelven patológicos, de la misma manera que el cáncer aparece cuando el proceso normal de crecimiento de nuestras células se descontrola”.
“Por ello, aunque es deseable darle espacio a la tristeza, hay que estar atentos de no cruzar el límite en que lo adaptativo se vuelve desadaptativo, porque eso sí representa un problema”, concluyó el profesor Domínguez.