... cuando has eliminado lo imposible, lo que queda, por improbable que sea, debe ser la verdad.
Sherlock Holmes
 
 
Se ha convertido en un dogma de fe que Paulette, la niña de 4 años desaparecida de su casa en Interlomas el 22 de marzo, fue asesinada por su madre. El problema es que hasta este momento no hay ninguna prueba.

Una mujer me dice en un mensaje de twitter: "Es obvio que los papás mataron a la niña". Otra afirma: "Debe haber un asesino y ahora nos van a salir con que es un asesino solitario". Otra más señala: "Ahora sólo nos falta que nos digan que la niña se suicidó". Los mensajes en las redes sociales y los comentarios a los medios de comunicación no dejan duda de que la sociedad ya ha juzgado y condenado a Lisette Farah.

Pero si Lisette mató a su hija, no se entiende por qué ella misma notificó a las autoridades de su desaparición el día en que no pudo encontrarla. Tampoco tendría lógica haber buscado a los medios de comunicación, contratado anuncios espectaculares y distribuido información en correos electrónicos sobre la desaparición de la niña. La madre se habría estado poniendo la soga al cuello.

Es difícil creer que el cuerpo de la niña haya permanecido 10 días en la base de su propia cama sin que nadie se hubiera percatado de ello. La cama fue tendida en varias ocasiones, sobre ella se hicieron entrevistas e incluso una amiga de la madre durmió en ella. Mucho más increíble sería, sin embargo, que alguien hubiese matado a la niña y sacado el cuerpo del apartamento para que nadie lo encontrara, sólo para meterlo nuevamente después ya con la presencia de policía.

Sabemos que la niña murió de asfixia, pero el lapso que los médicos forenses establecen para este hecho, entre el 22 y el 27 de marzo, es tan amplio que no resulta de utilidad. El cuerpo no mostraba, por otra parte, señales de violencia o resistencia, lo cual en principio señalaría que hubo una muerte natural.

Mucha gente piensa que la madre debe ser una asesina porque se mostró compuesta y tranquila en las entrevistas que dio a los medios de comunicación cuando la niña estaba desaparecida. Sin embargo, lo más fácil del mundo habría sido fingir una reacción de angustia. Al escuchar los comentarios sobre la frialdad de la madre recuerdo la novela El extranjero de Albert Camus cuyo protagonista es condenado por la sociedad por no haber mostrado mayor tristeza ante la muerte de su madre. Lisette Farah puede tener todos los defectos del mundo, pero eso no la hace responsable de la muerte de su hija.

Quizá la Procuraduría del Estado de México tiene algo de responsabilidad en el linchamiento público. Si el cuerpo estaba en la base de la cama, el que no se haya encontrado en 10 días es inexcusable. La Procuraduría ha generado también especulaciones por haber arraigado a los padres y a las nanas sólo para liberarlos después. También es responsable por haber revelado información de que se investigaba a la abuela, a una amiga y al entrenador físico de Lisette. El propio procurador mexiquense, Alberto Bazbaz, declaró tras encontrar el cadáver: "Seguiremos con este esfuerzo [...] que nos permita saber por qué Paulette fue asfixiada y sobre todo concluir con certeza quién realizó esta conducta". Si al final no se encuentran pruebas de un homicidio, el procurador sufrirá un fuerte golpe político.

Esto, sin embargo, es lo que menos interesa. Lo que hay que determinar es si hay o no indicios de un homicidio. Si los hay, debe hacerse justicia. Si no, lo justo será dejar en paz a los padres y a la familia.

 
Scherer y El Mayo
 
La función de un periodista es obtener y difundir información. No encuentro por eso nada objetable en el hecho de que Julio Scherer de Proceso haya entrevistado a Ismael El Mayo Zambada. Yo lo hubiera hecho también. Si en el siglo XIX hubiera tenido que elegir entre entrevistar a Benito Juárez o a Antonio López de Santa Anna, habría seleccionado sin duda a este último. Los villanos son siempre más interesantes.