México sin pobres (3 de 7)
Jorge A. Lizárraga Rocha
Miércoles 28 de Abril de 2010

Segundo día de México sin pobres (Martes)

El martes el 98.243% de la población mexicana (de acuerdo con la SHCP) amaneció desvelado pues no pudo dormir, solamente los ricos durmieron bien, con excepción de aquéllos que por sus compromisos sociales tuvieron que pistear el lunes por la noche.

Los burócratas, arrastrando los pies de manera más lenta que de costumbre, pasaron al reloj checador y viéndolo con desprecio iniciaron el ritual diario de la checada, pensando “creo que ya podré dejar de ser hijo de la checada con la lana que tengo en la casa”; los burócratas de confianza, ¿Por qué les dirán así?¿De confianza de quién, si sus superiores siempre están vigilándolos para que no se salgan del huacal?, al no tener que checar llegaron un poco más tarde que de costumbre pues quienes los vigilan también llegaron más tarde que de costumbre. En fin, cada uno se dirigió a su escritorio o pedazo de mostrador correspondiente y apilaron los papeles que cada día apilan para dar principio a sus labores cotidianas.

Las filas de dolientes, digo de contribuyentes, ya estaban larguitas para esa hora de inicio de actividades, pues muchos de ellos decidieron aprovechar la lana que les había caído para regularizar sus deudas, porque siempre que va uno a una oficina de gobierno es a pagar deudas, nunca a recibir reembolsos. Los trámites fueron más engorrosos y tardados que el día anterior, pues los burócratas ya no sentían la necesidad de quedar bien con nadie ya que su situación económica, aunque secreta, les permitía, si así lo decidían, mandar a volar la chamba tan odiada que habían tenido durante todos los años de su vida. Por otro lado, los contribuyentes, al tener dinero para pagar lo que fuera que debían al gobierno, aunque éste nunca les había prestado nada, ya no iban con la actitud de pedir limosna para que la atención de los burócratas fuera la adecuada o para que les condonaran parte de su deuda no contraída.

La situación fue muy tensa durante las horas laborales, o sea de 9:00 a 15:00, con recesos cada 20 minutos, pues esos no los cambiaron los burócratas a pesar de ser gente económicamente solvente, pero en secreto pues todavía no se decían unos a otros lo de la cantidad de dinero que les había aparecido en su casa.

En dichos recesos para tomar agua o un cafecito, a algunos les cosquilleaba el buche por soltar lo de que tenía suficiente lana para comprar a cuanto zonzo estuviera ahí (parafraseando al Piporro en una de sus inolvidables canciones), pero se detenían por temor a los sablazos, o pedidas de¬   dinero prestado, de que podrían ser objeto. Las pláticas fueron insulsas durante toda la mañana.

Al salir del trabajo, con la consiguiente parada en una cantina, barecito o antro como ahora se les llama, pudieron desfogar algo de la presión al ritmo de la música y las cheves o bebidas que pudieron tomar sin ningún límite, más que el de su capacidad receptora y hasta que se acabaron las reservas de la cantina, barecito o antro. Llegaron a sus casas y la señora los recibió con cara de pocos amigos, nada nuevo en muchos casos, pero que hizo que la euforia de saberse con dinero se apaciguara un poco, pues la señora ya sabía lo de la lana. Ahora era tiempo de platicar un poco con más calma sobre la planeación del futuro promisorio que esa semana estaba empezando para ellos.

En los comercios pequeños y puestos de los mercados, que el día anterior se habían quedado casi sin mercancía, los dueños fueron a resurtirse a la central de abastos o con los mayoristas, y se llevaron la sorpresa de que muchos de los víveres que buscaban no los tenían en existencia, pues la situación en todo el país había sido la misma, de un consumo inesperado, y desmedido, por parte de la clase media y de los pobres. Tuvieron que llevar casi lo que había en existencia,  aunque no fuera mercancía de primera necesidad, pues su vocación de comerciantes los hacía querer tener algo que vender, pero como ya contaban con dinero suficiente como para no preocuparse por trabajar, pues no le pusieron muchas ganas a la compra de sus mercancías.

Sus clientes, clase medieros y pobres, al ir a comprar los víveres básicos se encontraron con que no había lo que buscaban y decidieron ir, muchos de ellos por primera vez en su vida, a los supermercaditos de la colonia a comprar el mandado. En poco tiempo los supermercaditos se quedaron sin mercancía pues desde el día anterior el bajón de inventario fue evidente, y al querer resurtir les pasó lo mismo que a los comerciantes de tiendas pequeñas. Ese día vendieron principalmente mercancía que normalmente se les quedaba durante semanas en los estantes, lo básico empezó a escasear.

Al ver algunos clase medieros y algunos pobres que ya ni en el supermercadito de su colonia había víveres se atrevieron, después de pensarlo un buen rato, a aventurarse a ir a los grandes supermercados, pertenecientes a cadenas comerciales trasnacionales, que solamente conocían por los anuncios en la televisión y en los que los clientes entran a comprar bailando y salen bailando con más ganas por las grandes ofertas que ahí encuentran.
A propósito y como breviario cultural, me permito transcribir una parte del Estado de Cuenta que acabo de recibir de una de estas tiendas en las cuales cometí la tarugada de solicitar una tarjeta y ellos cometieron la tarugada mayor de autorizarla. El saldo inicial del periodo de marzo era de        $ 2,037.02, hice un pago de 300.00, de los cuales 119.86 se fueron a pago de capital, 180.14 a pago de comisiones, luego me cargaron 240.00 por comisiones (no sé de que pues no he comprado nada desde hace más de dos años), 56.26 del IVA y 126.37 de intereses, así que ahora mi saldo nuevo es de $ 2,159.65. ¿Le entendieron a las cifras? Yo no, lo único que entendí es que a pesar de que aboné $300.00 ahora debo más que al principio del periodo…. Ah, y al final del Estado de Cuenta me dicen que  si quiero cubrir mi deuda en 12 meses a las condiciones actuales del crédito, debo hacer pagos de $ 303.64 considerando que no se realicen consumos o cargos adicionales (que supongo ellos me harían por lo que se les ocurra), así terminaría pagando $ 3,643.68; pero si decidiera pagar únicamente el pago mínimo, entonces tardaría 32 meses en cubrir la deuda, considerando un pago mínimo de $ 150, terminaría pagando $ 4,800.00; así se las gastan los de estos centros comerciales que “apoyan” la economía con sus tarjetas. Hasta aquí el breviario cultural.
Este segundo día de México sin pobres, fue testigo de una afluencia extraordinaria a los grandes supermercados, los viene-viene  se sorprendieron de que un gran número de compradores no fueran en carro y, confundidos, no sabían como decirles que podían pasar cuando no viniera carro o persona cerca.

Para media mañana ya se habían terminado los productos básicos, hasta los que de manera masiva llevan en los “martes de la fruta y la verdura” para ofertar de manera especial. Los compradores, al ya estar ahí y teniendo dinerito, pues empezaron a comprar otras cosas no tan necesarias, pero que había que aprovechar para tenerlas, como adornos navideños a pesar de que apenas era el mes de septiembre y se notaba a leguas que era mercancía del año pasado.

Pues bien, para media tarde las grandes tiendas comerciales también se quedaron sin mercancía de consumo básico para sus clientes. Tuvieron que sacar las reservas y en algunos casos los productos que iban a devolver por estar deteriorados o ya casi echados a perder.

Los restaurantes este segundo día se vieron todavía con más clientes que el día anterior, pero al no contar con material suficiente para preparar los alimentos, tuvieron que ir a hacer compras extraordinarias con sus abastecedores, los cuales se vieron en problemas para proveerles la mercancía que requerían, y en muchos casos simplemente no se las pudieron proporcionar. La calidad de los alimentos que sirvieron dejaron mucho que desear y el servicio de los meseros también fue muy malo porque había mucha gente y los meseros ya no le echaron tantas ganas pensando en “qué necesidad tenemos de andar a la carrera si en la casa tengo lana suficiente para comprar a cuanto zonzo anda por acá (el Piporro siempre ha sido muy oído) y me exige que le sirva rápido y bien”.

Las iglesias, de todas las denominaciones, ya no recibieron tantos visitantes como el día anterior, quizá ya muchos se habían convencido de que no iban a perder el dinero recibido de manera misteriosa, por lo que ya no tenían que ir a rogarle a Dios que no apareciera el dueño. Muchos de los que fueron, le pidieron a Dios que les diera claridad de mente para saber cómo administrar el dinero recibido, los menos le fueron a pedir a Dios que no permitiera que ese dinero les cambiara la vida de una manera negativa. Los cepos se volvieron a llenar, pero ahora ya no tanto como el día anterior.

Las gasolineras ya no recibieron tantos visitantes, pues los carros todavía tenían de la gasolina que les habían puesto el día anterior.

De cualquier manera, la gente no se había dado cuenta todavía de que México era un país sin pobres y pensaban que solamente cada uno de ellos había visto resuelta su situación económica.

 

 

 
 

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