México sin pobres (6 de 7)
Jorge A. Lizárraga Rocha
Martes 04 de Mayo de 2010

Cuarto día de México sin pobres (Jueves)

Es el cuarto día, jueves, y la gente sigue sin decirle a la otra gente que tiene dinero suficiente como para ya no trabajar; sin embargo, ya se empieza a dar cuenta de que la demás gente también está gastando más de lo normal, pues al querer comprar bienes, sobre todo alimentos y otros de consumo diario, cada vez son más difíciles de conseguir y otros de plano ya no se pueden conseguir.

En los centros de trabajo también el ambiente ha cambiado muy fuertemente, sigamos considerando solamente las oficinas gubernamentales, pues aparte de que todos hemos tenido la necesidad de visitarlas para hacer un trámite es adonde se congrega más gente a realizar sus labores diarias, lo de centro de trabajo es en sentido figurado cosa que se permite a quienes nos atrevemos a escribir novelas.

Este día se presentaron todavía menos personas a sus oficinas, considerando que el día anterior habían faltado muchos compañeros, algunos pensaron, inteligentemente, que la chamba se les iba a volver a cargar y no era justo para ellos cargar con las obligaciones de los demás; además tenían que dedicarle tiempo a planear qué hacer con el dinero que los sacó de pobres y redactar su carta de renuncia de una manera que expresara todos sus sentimientos de haberle dedicado tantos años a un trabajo que nunca les gustó.

Los jefes de oficina, los que fueron porque también faltaron muchos, volvieron a comentar la situación con los encargados de personal, los que fueron porque también faltaron muchos, pero la respuesta fue casi la misma que la del día anterior, no se pueden levantar actas administrativas pues es apenas el segundo día que faltaron, aunque muchos más apenas es el primer día que faltaron, y el logro sindical de tres faltas seguidas al mes es intocable. Las filas de dolientes, creo que ya no es necesario aclarar que son contribuyentes, ahora se hicieron casi al triple de largas pues muchos que habían tratado de pagar en los dos días anteriores no lo pudieron hacer por exceso de gente deseosa de compartir con el gobierno su buena fortuna de contar con dinero para pagar sus deudas (esto es un eufemismo que se nos permite a los que nos atrevemos a escribir novelas aunque no sepamos); más bien querían aprovechar la oportunidad para ya no vivir con miedo de ser objeto de una confiscación de bienes por morosos.

Era tanta la gente y tan lento el servicio, que se empezaron a escuchar algunas malas palabras, tanto de acá para allá como de allá para acá, así que la situación se puso insoportable por ahí de las 11 de la mañana. Esta mañana fue el acabose para los burócratas, sus recesos para tomar agua o cafecito los tuvieron que espaciar ¡a cada 60 minutos! cosa que no se había visto nunca en la historia de su oficina. Además, la única queja de la que pudieron platicar fue la de que habían faltado más compañeros que el día anterior, pero sin decir que mañana ya no pensaban ir ellos.

La diaria parada en la cantina o bar se vio limitada solamente a pararse en la puerta, pues estaba a reventar y además se oían gritos quejándose de que no hubiera cerveza ni otras bebidas, vaya….. ni siquiera tepache había ya. Tristes se dirigían a su casa a encontrar consuelo viendo la caja de zapatos con dinero que les había venido a resolver su situación para toda la vida.

Los comercios pequeños y los supermercaditos de la colonia seguían cerrados, pues quienes por vocación de servicio fueron a la central de abastos a buscar mayoristas o coyotes que les vendieran mercancía también encontraron cerrados la mayoría de los locales, solamente estaban abiertos los que vendían cosas no perecederas como piñatas y platos de plástico. Todos los dueños de los demás comercios estaban en sus casas disfrutando de contar y volver a contar el dinero que se les había aparecido.

En las grandes cadenas comerciales la situación ya era caótica, la gente entraba y salía, sin que siquiera los viene-viene los guiaran pues ya no habían ido a dirigir el tránsito vehicular y peatonal, pues nadie les hacía caso, y además las propinas ya no las necesitaban.

Pero lo peor es que la gente que había ido a comprar alimentos solamente encontraba alguna que otra lata o bolsa de alimentos procesados, pero, por decir un ejemplo, sin posibilidades de estructurar con ellos una comida completa, hallaban salsa Ragú, pero ya no había pastas en bolsa, por lo que la salsa Ragú no serviría para nada, a menos que la embarraran en pan de caja, pero tampoco había pan.

Los administradores de las grandes tiendas no se la acababan haciendo llamadas por teléfono y mandando correos electrónicos a sus abastecedores, cuando les llegaban a contestar escuchaban la misma cantaleta: no había mercancía.

En las grandes centrales de abasto no tenían frutas ni verduras, sus proveedores ya no les estaban surtiendo pues los trabajadores del campo ya casi no se presentaban a cosechar lo que tenían sembrado, los transportistas ya no estaban dando servicio regular y hasta los coyotes acaparadores eran muy difíciles de encontrar. Las plantas procesadoras de alimentos enlatados o en sobres tampoco podían surtir a sus clientes, pues no era posible obtener  materia prima, sus abastecedores les decían lo mismo: no hay; por otro lado un gran número de sus obreros ya no se presentaba a trabajar. Todos los trabajadores, sin decirles a los demás, se encontraban en sus casas revisando sus cajas de zapatos contando y recontando el dinero que les había venido a resolver su situación económica, ya no necesitaban trabajar para poder ser felices.

Algunas grandes tiendas tuvieron que cerrar sus puertas, y hasta les costó trabajo quien las cerrara pues muchos de sus empleados no se presentaron a trabajar en este cuarto día de México sin pobres.

Ya ni para qué mencionar que los restaurantes, bares y cantinas estaban colapsados, los que abrieron sus puertas las tuvieron que cerrar a media tarde pues resultaba hasta peligroso enfrentar a los clientes que querían servicios y que, enseñando fajos de billetes,  exigían les sirvieran algo que comer, pero sobre todo algo que beber. Los dueños y administradores optaron por cerrar las puertas, pues de todas maneras ellos tenían resuelta su situación económica y mejor era que se fueran a ver que la caja de zapatos con el dinero todavía estuviera a buen resguardo en su casa.

En las iglesias, de todas las denominaciones, se podía escuchar solamente el rezo de la única persona que se encontraba ahí, pidiéndole a Dios que el contar con dinero en demasía no le fuera a afectar en su calidad de vida; los demás feligreses estaban con su familia directa, los únicos que sabían de la existencia del dinero en la caja de zapatos, y que les vendría a solucionar sus problemas económicos para el resto de su vida.

Los que se desplazaron en automóvil para sus casas, vieron que las gasolineras ya no tenían clientes y al pararse a llenar el tanque se dieron cuenta de que tampoco había gasolina ni despachadores. Se fueron a sus casas esperando alcanzar a llegar, pues a lo largo del día se habían paseado en su carro gastando gasolina inútilmente y disfrutando de la idea de que su situación económica ya estaba resuelta con el dinero que tenían en su caja de zapatos.

Nuestro amigo el profesionista, un poco alterado por lo que había visto en el camino a casa, llegó a su depa, con hambre pues no había comido ya que la fonda adonde lo hacía seguía cerrada, pero contento pues se acordó de que su esposa había comprado 7 negligés, uno para cada día de la semana, ojalá y tuviera puesto el verde pistache, porque por alguna razón este color le alborotaba los sentidos.

Abrió la puerta y vio que en el depa todos los muebles habían sido cambiados por otros nuevos, toda la decoración era nueva. Se alborotó y se frotó las manos entusiasmado pues pensó, “si ayer me fue como me fue, y eso que mi esposa solo compró ropa y negligés, pos hoy ¡no me la voy a acabar!”

Dijo, poniendo su tono más sensual posible:

Señor: Yuuuuuujuuuuuuyuuuuuujuuuuu…. Amooorciiiiiiito, ya llegó por quien lloraaabas.

Al no recibir respuesta se fue a la recámara esperanzado en ver brillar el verde pistache del negligé,  pero cuál fue su sorpresa al ver a su esposa tirada en el suelo desmayada, pálida y con pantalones de mezclilla, blusa y zapatos nuevos.

Asustado la levantó y la llevó a la cama y la empezó a tratar de reanimar, hay que aclarar que el profesionista no es médico porque en realidad no sabía como hacerle para reanimarla. Pero gracias a Dios la señora medio reaccionó y pudieron entablar el siguiente diálogo:

Señora:  ¿On toy?

Señor: Aquí en nuestra casa, estabas desmayada y tirada en el suelo. ¿Qué te pasó?

Señora: Pos nomás me acuerdo que me tronaron las tripas, empecé a sentir vahídos (en realidad lo pronunció bájidos pues es una palabra que no se usa mucho) se me puso todo de colores y ya no supe nada más.

Señor: ¿A qué horas fue eso?

Señora:  Cuando acabé de arreglar todos los muebles y decoración nueva de la casa…. ¿te gustó?.... y me vine a poner el negligé verde pistache para esperarte.

Señor (desilusionado): Chin…… ¿el negligé verde pistache????? ¡Qué salado estoy!!!!. Pero en fin, ¿cómo te sientes?

Señora: Pues bien, nomás que mareada y con un huecote en el estómago.

Señor: Oyes, ¿has comido algo?

Señora: ¡Ah jijo! Ahora que me acuerdo, desde el lunes en la noche que me enseñaste la caja de zapatos con el dinero no he comido nada, con la emoción y pensando en qué vamos a hacer con el dinero, se me olvidó comer.

Señor: ¡Ya llevas tres días sin comer¡ a ver si no te hace daño. Voy a la cocina a prepararte aunque sea un sangüish. 

Señora: Está bien mi amor, aquí te espero porque no tengo fuerzas para pararme.


A los dos minutos regresa el señor y le dice.

Señor: No hay nada en la despensa.

Señora: Híjole con eso de que los martes hago el mandado y no fui en esta semana se nos acabó todo.

Señor:  Vamos al hospital a que te pongan por lo menos suero para que te repongas. Y a ver si en el camino encontramos alguna tienda o restaurante abierto para que comas algo.

Se subieron al carro, que por suerte todavía tenía gasolina y llegaron al hospital, el señor casi se va de espaldas al ver el gentío que había ahí, principalmente parejas de casados más o menos de su edad, cada señor casi cargando a la esposa y dirigiéndose a urgencias para que les pusieran suero. Cabe aclarar que algunas de las esposas ¡traían puestos negligés color verde pistache!

Tuvieron suerte, pues todavía alcanzó la señora una botella de suero, ahí pasaron la noche y el señor se quedó sin cenar, pero como todavía no estaba tan mal, no tuvo derecho a que le pusieran suero de botana.

Esta noche tampoco pudieron ver las noticias, en las que se presentaban las ciudades de México  con una situación de caos ya más seria, pero que nadie podía explicar las razones para el desabasto de alimentos y muchos otros productos básicos.

En las casas de los ricos el señor rico se empezaba a preocupar pues ese día no ganó tanto dinero como el anterior.

En las casas de los pobres, el señor pobre empezó a pensar en cómo hacerle para tener que comer y decidió que el siguiente día iba a ir al campo a buscar hierbas y algunos animales comestibles.

 
 

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