Columna de Hierro
Sergio Ibarra
Viernes 18 de Junio de 2010

 La intervención de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en el caso de la guardería ABC y en la que, por enésima ocasión exhibió su inutilidad en asuntos de trascendencia para el país en donde únicamente uno de sus ministros (Arturo Zaldivar  encuentra que sí hubo anomalías y animaladas, de parte de altos funcionarios de los tres niveles de gobierno, me recuerda las intervenciones del clásico padre protector y apapachador en las disputas domésticas y en las que siempre sale perdiendo el patito feo de la casa. No quiera usted ver otra cosa. Cuando todo mundo en casa está a la expectativa de que por fin el grandulón y abusivo camorrista de siempre habrá de recibir su merecido o ya de perdida, jalón de orejas, se escucha la voz conciliadora y alcahueta del padre en el hogar de los Sánchez para dejar un amargo sabor de boca entre los hermanos.

Aquí habría que agregar que además del trago amargo que deja una inútil intervención del máximo tribunal del país, se percibe una pesada impunidad que agrede por cuanto a la expectativa que generó la supuesta labor de mediación de los hombres del birrete.

Yo estoy seguro que la mayoría de los padres de esos 49 niños fallecidos sabían de las limitaciones de la Corte en esos asuntos y que hasta tal vez su veredicto no tendría ningún efecto jurídico por cuanto a que a esta no le compete la labor de investigar o de juzgar, sin embargo, allá, muy en el fondo, a los protagonistas de esta enorme tragedia que enlutó el país les habría gustado escuchar, al menos, el veredicto que señalara a los culpables de su desgracia. Pero a los verdaderos culpables, no aquel o aquellos que olvidaron cerrar la puerta o no se percataron que en la sección contigua a la bodega ( porque eso es lo que era la supuesta guardería, un gacho galerón que ni siquiera llegaba a bodega y en su elección no tuvieron participación los empleados menores ) hubo alguien que inició el fuego.

Pero, hay, sin embargo, otro veredicto del que no podrán librarse aquellos que tengan cuentas que rendir en torno al caso y los ministros que echaron por tierra el proyecto resolutivo de Arturo Zaldivar cuando señalaba: “ ha quedado evidenciado que la inobservancia de los deberes constitucionales, legales y aun Infra legales, no solo por las autoridades del IMSS, del Estado de Sonora y del Municipio de Hermosillo, propiciaron por un lado un esquema deficiente de guarderías y toleraron por el otro que la guardería ABC y la bodega contigua no cumpliera con los parámetros básicos de seguridad, lo que en suma condujo a la tragedia que cobró la vida de 49 niños y dejó a más de cien heridos de gravedad”.

Los veredictos son dos: el primero que señala la inutilidad, lo estéril de un debate como el protagonizado por la Corte en un asunto en el que de sobra y de antemano se sabía que no habría verdaderos señalamientos y en tanto, no habría culpables y, dos; aquí son culpables todos; aquellos que son co participes de la inobservancia de los deberes constitucionales que señala Zaldivar y la propia Corte que llega al ridículo de señalar solamente a “ chivos expiatorios”, porque no son otra cosa los supuestos culpables de la tragedia. Y finalmente, si acaso un reclamo para don Arturo. Los heridos de gravedad no son cien. Qué va. Es toda la sociedad sonorense y buena parte del país que saben que no bastarán todos los tiempos del mundo para llorar a nuestros niños, aquellos que, ciertamente, como dijo alguien por ahí, no debieron morir.


FIERRITOS EN LA LUMBRE

En materia de futbol, me declaro un soberano ignorante. A lo más que llego a entender es que es un juego que mucho tiene de similitud con la inseguridad y la economía del país; las dos cosas están de la patada. Que el tal Cuauhtémoc Blanco (uno de los héroes, al lado del chicharito Hernández, anotador del primer gol ) le juega al matón con la Galilea Montijo y que es un juego en donde cada equipo cuenta con once hombres y en el que todos corren en busca del esférico. Sin embargo, aquí el pero; todo lo anterior no fue obstáculo para que ayer me rebosara el espíritu deportivo y nacionalista y me uniera al coro de miles de mexicanos que  cantamos el “ cielito lindo” al ver caer a la escuadra francesa ante México, al son de dos goles a cero. Ah, y por supuesto, como me lo advirtiera el chocolate, mi sobrino, me tuve que tragar el pronóstico peregrino que me aventé en los pasados apuntes por la sola gana de jorobar a la comunidad de chilangolandia que habita en Cajeme. Le debo tres quelonios, don Ariel, al punto del congelamiento. Ahora ya sé. Cada vez que quiera que gane la selección, habrá que apostar en su contra. Sugerencias y comentarios: premiereditores@hotmail.com

 
 

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