El pasado jueves 5 de agosto en un lleno auditorio en su modesta capacidad de la Casa de Cultura de Cajeme, pero de un público muy entusiasta, se presentaron los maestros de los cursos que ofrece el Conservatorio de las Rosas en las instalaciones del ITSON Náinari cada verano desde hace cinco años.
Fue un programa variado y exquisito en la selección de obras, que incluyó música desde el Barroco hasta de la primera mitad del siglo XX, aunque con predominio de obras del Romanticismo.
La primera fue un preludio y fuga del Clave bien temperado del gran músico alemán Johann Sebastian Bach (1685-1750). En el programa de mano decía que se interpretaría al piano, pero para nuestra sorpresa y desilusión, se trató de un teclado electrónico. No hay comparación entre un piano real y un instrumento electrónico que trata de emular al piano, pues se queda muy lejos de captar toda su riqueza armónica. Pero bueno, finalmente esta obra fue compuesta antes de la llegada del piano, seguramente para clavicordio. El resultado fue aceptable y la interpretación de Victoria Reza destacó por su claridad, particularmente en la fuga donde ésta virtud es esencial para ir exponiendo las diferentes voces. Victoria Reza nos hizo creer que es simple su ejecución, pero nada más lejos, las fugas bachianas son siempre muy complejas.
La siguiente obra fue un Allegro de un Concierto para Clarinete de Franz Krommer (1759-1831). En el programa de mano únicamente se le menciona como F. Cramer (¿?) y carece de información importante para el público sobre cuál concierto es, la tonalidad y el periodo de vida del compositor. De esto adolece todo el programa de mano, faltó seriedad en su elaboración. La pieza es un bello movimiento de concierto en su versión de orquesta reducida al piano. De carácter alegre y elegante, permite el pleno lucimiento del solista, y así fue, Erick Goicochea mostró un dominio pleno del instrumento y una gran musicalidad, logrando tejer bellamente las melodías. Aquí, el hermoso timbre del clarinete contrastó terriblemente con el seco, frío y parco sonido del teclado electrónico. Se extraño muchísimo un auténtico piano, como en el resto del programa; una verdadera pena porque además, Mario Quiroz es un pianista muy bueno.
A continuación la soprano Luz Andrea Romero nos dejó encantados con su hermosa voz, haciendo una gran versión de la Cavatina de Don Pasquale, una ópera buffa italiana de Gaetano Donizetti (1797-1848) estrenada en 1843. En esta exigente pieza para la cantante, el personaje corresponde a Norina, una joven viuda enamorada, que Luz Andrea con gran seguridad interpretó maravillosamente. Al término, el público impresionado aplaudió largamente exclamando bravos.
La siguiente pieza del programa fue una lírica y elegante Romanza del compositor francés Camille Saint-Saëns (1835-1921) interpretada por Manuel Álvarez en la flauta con en el acompañamiento de Mario Quiroz. Desafortunadamente, el público estaba muy inquieto, faltaba silencio en la sala, y como de costumbre, sonaron teléfonos celulares, incluido uno cuyo timbre sonaba como rana enamorada, además, los fotógrafos inseguros de obtener una buena toma de un disparo, realizaban decenas de ellos con sus despiadados flashazos dirigidos al escenario y a las butacas. Falta mucho respeto y educación.
Luego, tres piezas para guitarra sola, tres interesantes preludios (el 1,3 y 4) de los cinco que compuso el gran compositor brasileño Heitor Villa-Lobos (1887-1959) para guitarra. El guitarrista fue Tawally Prado quién quedó a deber, ya que tocó muchas notas y acordes equivocados, careció de toque legato, y no fue fiel a las indicaciones de tempo de la partitura, particularmente en el no.4. Sin embargo, por momentos logró sacar un bello sonido al instrumento.
Para el final del concierto dos hermosas obras que fueron un cierre estupendo. Un deleite musical donde los intérpretes ofrecieron lo mejor de si, realizando versiones muy buenas de la Sonata para violín no.1 en La menor de Robert Schumann (1810-1856) y El pastor de la roca de Franz Schubert (1791-1828).
En la sonata de Schumann, una obra de 1851, de tres movimientos: Mit leidenschaftlichem Ausdruck (con apasionada expresión), Allegretto y Lebhaft (animado), Ismael Estevané dio una muestra magistral de cómo se debe tocar esta música que no admite medias tintas. Su ejecución fue un derroche de pasión, siempre con gran musicalidad, mostrando con ello un profundo conocimiento de la partitura, además, haciendo un excelente ensamble con el pianista Mario Quiroz.
Der Hirt auf dem Felsen (El pastor de la roca) es una Lied o canción-poesía del gran y prolífico compositor Franz Schubert compuesta poco antes de su muerte. Una obra realmente bella para soprano, clarinete y piano, que trata de un pastor que mira el paisaje desde una roca y se siente solo ante la ausencia de su amada, por lo que todo a su alrededor le parece nostálgico. El texto pertenece a los poetas Wilhelm Müller y a Karl August Varnhagen von Ense. Los sentimientos y emociones son expresados a través de la palabra y con la hermosa música, y para transmitirlos plenamente, se requiere de intérpretes con una alta sensibilidad y musicalidad, y esos intérpretes estuvieron presentes con Luz Andrea Romero quien confirmó su extraordinaria calidad, junto con el clarinetista Erick Goicochea y el pianista Mario Quiroz. Fueron los músicos que se llevaron la noche y el público muy agradecido aplaudió en su mayoría de pie.
El evento resultó un gran aporte, un alimento nutritivo para el espíritu entre tanta pobreza musical que hay en nuestro entorno. Es de agradecer a los organizadores de estos cursos musicales de verano con maestros del Conservatorio de las Rosas, en los que participan decenas de estudiantes ávidos por aprender y desarrollar sus capacidades musicales sin necesidad de ir a otras latitudes en donde estas oportunidades son más generosas.
Ha llegado el momento en hacer extensiva mi preocupación y malestar por el hecho de que no exista en nuestra ciudad un piano decente disponible para estos eventos. En cada auditorio debería haber un piano de concierto. El municipio de Cajeme desde hace varios años ha sido sede de un festival cultural internacional como el Ortiz Tirado, y he sido testigo de cómo pianistas como Edison Quintana, quien acompañaba al gran violonchelista mexicano Carlos Prieto, tenía que hacer lo imposible por hacer música en un piano malísimo en el teatro del ITSON.
Asistir a un evento musical a la Casa de Cultura de Cajeme y que no haya habido piano para este evento fue deprimente. Que maravilloso hubiera sido haber escuchado en un piano real, en un buen piano, a músicos de esta calidad. Un piano para la ciudad no es un lujo, ni mucho menos.