Columna de Hierro
Sergio Ibarra
Lunes 23 de Agosto de 2010
  • Las razones de don Felipe para no asistir al encuentro con la representación popular; ni los oye ni los escucha.
  • A cien días del secuestro de Fernández de Cevallos


Felipe Calderón tiene macizos argumentos y dos que tres negros episodios para pensarla dos veces antes de aceptar la propuesta que le han hecho perredistas y priistas para estar presente este próximo primero de septiembre en San Lázaro a rendir su cuarto informe de gobierno.

Curiosamente, este nuevo e inédito episodio se viene a sumar a una más de las incongruencias que se han venido dando en los últimos tiempos en la vida parlamentaria. Alguien, cualquier espontáneo defensor del quehacer político en México pudiera alegar que son los llamados costos de la democracia pero cuanto siento decepcionarlo.

El llamado de los legisladores, de entrada, es un acto que no requiere de invitación. Es un mandato en que la constitución obliga al presidente de la República para que rinda, ante la supuesta máxima representación popular, un informe pormenorizada de la situación que guarda el país en todos sus órdenes.

En este caso, su primera impresión, la de Calderón, tendría que ir encaminada a reconocer que de un tiempo a la fecha y dada la descomposición política que se vive en el país, a alguien se le ocurrió trastocar el orden político e institucional de la vida del país en el que, por mandato expreso de la soberanía nacional, el Presidente tiene que estar presente en la apertura del primer periodo de sesiones para dar cumplimiento a lo debidamente expresado en la constitución hasta antes de que, por mezquinos intereses, los mismos legisladores torcieron el rumbo y el espíritu republicano de la nación al reformar el artículo 69 de la constitución, hace dos años.

De lo contrario no se le tendría que estar pidiendo, sino exigiendo a Calderón para que cumpliera con la ley. Casualmente es con la elección de Calderón, como Presidente que inicia la torcedura del rumbo institucional cuando los legisladores perredistas forman un bloque humano que impide a Fox entrar al recinto parlamentario a rendir su sexto y último informe de gobierno, acto que a fin de cuentas se limitó a que don Vicente entregara por escrito el documento y se marchara con su fiesta a otra parte.

Era apenas el preámbulo de lo que le esperaba a Calderón cuando el primero de diciembre del 2006 se presentaría a tomar posesión ante la soberanía nacional en el Congreso de la Unión, protesta que rindió en la más espectacular escaramuza parlamentaria, entrando por la puerta trasera y saliendo en medio de empellones dejando en entredicho la legitimidad de su arribo al cargo. Curiosamente, si hay alguien que conoce de la vida parlamentaria es Felipe Calderón luego de su paso en par de ocasiones por el Congreso y una más como asambleísta del Distrito Federal, antes de perder la gubernatura de Michoacán, en 1995, ante el priista Víctor Tinoco Rubí.

La historia de los informes presidenciales se remontan al primer presidente de la República, don Guadalupe Victoria quien los crea como un simple deber moral y se elevan a rango constitucional en 1857 con Ignacio Comonfort, hasta llegar a convertirse en la pasarela faraisiaca y culto a la personalidad del presidente en turno en la era del priato a lo largo de setenta años.

Paradójicamente, es en el año del bicentenario, cuando más unidos tendríamos que estar como república y a cien años de la revolución, cuando al Presidente se le está pidiendo, casi de favor, que asista a la sede parlamentaria del que fue prácticamente echado en el 2006, para que acuda a leer, no a presentar por escrito como dicta ahora la modificación al 69 constitucional.

Y hay también, dos posibles razones por considerar en la disyuntiva por la que atraviesa ahora Calderón; la primera, que no se puede soslayar es en la posibilidad de un cuatro para hacer del otrora día del presidente en una espectacular cena de negros en la que a Calderón no le quedarían ganas de volver ni por la feria y con su investidura presidencial convertida en chamarra tamaulipeca, en harapos, pues: la otra es que el michoacano le tenga pavor a reeditar, el aciago episodio de su “ toma” de posesión aquella negra mañana del primero de diciembre del 2006 en la que por poco y lo linchan las huestes perredistas.

FIERRITOS EN LA LUMBRE
“Esperamos que la muerte de nuestros compañeros y de tantos otros inocentes, sirva para que los diferentes órdenes de gobierno tengan conciencia de que lo que necesitamos en México y en Nuevo León, no es política, sino voluntad de trabajo coordinado, eficiencia, resultados y, sobre todo, que piensen y actúen por y para todos los mexicanos. Sólo así obtendrán nuestro respeto y nuestros votos”. Para los empresarios de Monterrey no se trata de librar una guerra, hay que ser eficientes y dar resultados. El anterior, es el mensaje que los capitanes de la industria y del comercio, los dueños del dinero, en pocas palabras, le acaban de enviar a Felipe Calderón, hartos ya de tanta violencia, de tanta inseguridad y de tantos secuestros.

A tal grado se han puesto las cosas por aquellos rumbos que no es de extrañarse que un día de estos aparezcan los llamados escuadrones de la muerte, traídos y contratados ex profeso por los industriales, muy al estilo de los guardias contratados por el aun alcalde de San Pedro, Garza García, con el propósito, según él, de limpiar de escoria al municipio que gobierna desde principios de año.

Seguramente que la gota que derramó el vaso, en el caso de los empresarios regios, es el secuestro y asesinato del alcalde de Santiago, Nuevo León, Edelmiro Cavazos, para el cual si hubo una rápida respuesta, al menos. Los que no tienen nombre y merecen ser fusilados en las faldas del cerro de la silla son los seis elementos de la policía municipal que participaron en el “levantón”, primero y posterior asesinato de su jefe.

Aquí ni modo de alegar que se trata de chivos expiatorios; para que lo compruebe, lo invitamos a observar de cerca el video que ofrece en su portal el periódico Universal, y en el que se muestra claramente el cinismo y la complacencia de el escolta que estaba al cuidado de la seguridad de la residencia de Cavazos.

Por cierto y para los que apuntan, ayer se cumplieron cien días de la desaparición de la escena pública del panista Diego Fernández de Cevallos, secuestrado, supuestamente,  desde el pasado 14 de mayo en los momentos en que llegaba a su hacienda, ubicada a las afueras de Querétaro.

De último momento; se confirman las sospechas de que Calderón tuvo miedo de volver a vivir aquellos momentos del síndrome “ llegas y te vas”, sufrido a manos de Vicente Fox en su último informe de gobierno del que no pudo dar cuenta de viva voz, como lo habían venido haciendo a lo largo de los tiempos sus antecesores, por obra y gracia de las pistolas de los diputados perredistas y de último momento es la propia Secretaría de Gobernación quien le da clara respuesta a Manlio Fabio Beltrones y el resto de los legisladores que insistían en lo benéfico de retomar el diálogo entre ejecutivo y el Congreso. Esta es la respuesta de la Presidencia a la solicitud de diputados y senadores: "La entrega del IV Informe de Gobierno se realizará de acuerdo con lo establecido en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, al iniciarse el segundo período ordinario en el Congreso de la Unión”. En pocas palabras, tengan su diálogo. 

Y como anteponiéndose a lo que viene, la SEGOB precisa en su respuesta: “El inicio del periodo legislativo es la oportunidad idónea para anteponer los intereses superiores de la República a cualquier otro interés de grupo y trabajar juntos privilegiando el diálogo constructivo para hacer de México un país donde prevalezcan las leyes y la fortaleza de las instituciones”. Como quien dice, “ai les encargo que me aprueben el presupuesto, pero al Congreso, no voy ni con los guachos”.

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