De la gloria a la ruina
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Miércoles 15 de Septiembre de 2010

Acaba de saltar la noticia de que Jason Caffey, ex jugador de los Bulls de Michael Jordan, es el objeto de una orden de busca y captura porque le debe 200.000 dólares a una ex novia por la manutención de su hijo, un caso por el que ya fue detenido en 2007.

Es uno de sus 10 hijos con ocho mujeres distintas. Una vida desordenada que dilapida el dinero. Su caso, desgraciadamente, no es nada inhabitual: muchos deportistas llegan a ser multimillonarios y sepultan sus fortunas en una cadena de malas decisiones.

Si seguimos con la NBA, el caso más escandaloso de jugador en bancarrota es Scottie Pippen. El alero, compañero precisamente de Caffey en los 90, es uno de los 50 mejores jugadores de la historia, pero lo perdió casi todo. Y es que la Liga profesional de baloncesto, a pesar de sus cursos de formación financiera, es una mina de ruinas: según un artículo publicado por el Toronto Star el año pasado, cerca del 60% de los jugadores habrán perdido la mayoría de su dinero cinco años después de haberse retirado. Jason Kapono, jugador de los Raptors, afirmaba conocer a jugadores con 14 coches.

Hace poco Charles Barkley reconoció haber perdido 10 millones de dólares apostando, con picos de locura como dejarse dos millones y medio en el blackjack en apenas seis horas.

Jugadores que pasaron por la ACB como John Williams (incluso pasó por la cárcel por no pagar la manutención de uno de sus hijos) o Kenny Green también enterraron todas sus ganancias.


El boxeo, cantera de arruinados

El noble arte es uno de los deportes mejor pagados, pero los púgiles no son los mejores administrando sus ganancias. Dos de los grandes iconos de los 80 y los 90, Mike Tyson y Evander Holyfield, acabaron arruinados.

El Terror del Garden coleccionó 300 millones de dólares en ganancias a lo largo de su carrera, pero los fue perdiendo en muchos episodios. Acusó al promotor Don King de haberle estafado 100 millones (el juicio se resolvió en un acuerdo extrajudicial por 14 millones para Iron Mike) y gastó otros nueve entre 1995 y 1997 en los abogados que llevaron su divorcio. Sin embargo, es evidente que desperdiciar tanto dinero es imposible si no se cometen locuras como las de Tyson: se gastó 400.000 en una fiesta de cumpleaños y 8.000 al año en alimentar a sus mascotas, dos tigres de bengala. En 2003, Tyson debía 27 millones.

Su rival en la famosa pelea del mordisco, Evander Holyfield, también acabó arruinado. Su regreso contra Nikolai Valuev frenó la sangría económica que sufría.

Otros casos menos conocidos en el boxeo son los de grandes campeones como el inglés Chris Eubank, el peso medio que sepultó 35 millones de libras en extravagancias como comprar un camión de 75.000 libras que se hizo llevar desde los Estados Unidos.

Riddick Bowe, campeón mundial de los pesados en 1992 (ganó a Holyfield), también lo perdió todo, hasta la cabeza. En 1998 secuestró a su ex mujer y a sus hijos y pasó 17 meses en la cárcel. Su situación financiera también cayó en picado: tenía denuncias contra él pidiéndole más de cinco millones de dólares.


Gazza, acosado por el fisco

Paul Gascoigne ganó unos 14 millones de libras a lo largo de su carrera, y el alcohol, las juergas y muchas malas decisiones los tiraron por el sumidero. Debe 215.000 libras al fisco inglés, y no está claro que pueda pagarlas. Su leyenda incluye una historia en la que le pagó 320 libras (unos 340 euros) por una barra de chocolate y le dijo al dueño de la tienda: "Con el resto, regálale caramelos a los niños".

 

Del golf al fútbol americano, pasando por el snooker

Ha habido otros célebres arruinados en el deporte anglosajón cuyo caso saltó a las primeras páginas. El que más, el jugador de fútbol americano y mataperros Michael Vick, actualmente en la cárcel. En 2005 era el número 33 en la lista de celebridades ricas de Forbes. Un año antes se había convertido en el jugador mejor pagado de la NFL con un contrato de 130 millones de dólares. Gastaba 30.000 dólares al mes en mantener a sus amigos, y ahora le pagan doce centavos por hora como fregaplatos en la cárcel.

En la MLB de béisbol, Jack Clark, la estrella de los Boston Red Sox a comienzos de los 90, se arruinó estando todavía en activo. En 1992 debía casi siete millones por una serie de malas decisiones financieras.

En el golf, es célebre el caso de John Daly, a quien su colección de problemas extradeportivos ha hecho tristemente famoso. Se estima que ha perdido 60 millones de dólares en apuestas. En 2005, agarró el cheque de 750.000 que había cobrado como segundo del World Gold Championship de San Francisco y se fue directo a Las Vegas a fundírselo. Perdió más del doble en cinco horas.

En otros casos los fracasos deportivos y personales llevan a la ruina económica. La patinadora Nancy Kerrigan o la corredora Marion Jones (tras ser declarada culpable y pasar por la cárcel hubo de venderlo todo) son dos casos paradigmáticos.

En otros deportes más minoritarios también hay multitud de arruinados. El jugador de snooker (una variedad del billar) Jimmy White gastó cinco millones de libras por sus problemas con las drogas y su adicción a apostar. En 1994, el dinero que había ganado como subcampeón del mundo (más de 100.000 libras) se lo dio a su corredor de apuestas. Y lo perdió.

 
 

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