En la lupa
Guillermo Noriega
Domingo 26 de Septiembre de 2010
Basta observar nuestro entorno para darnos cuenta que no solamente es la corrupción el principal problema de México. El verdadero enemigo es ese gran ‘guarura’ de la corrupción que se llama impunidad.

Porque si tuviéramos un régimen intolerante a la corrupción, no permisivo, inexorable hasta las últimas consecuencias, que aplicara la ley y la persiguiera fuertemente, empezando por el mismo Gobierno, otra suerte tendríamos.

Y no hay que confundir absurdos errores administrativos con corrupción, me refiero por un lado a los actos de nepotismo, conflictos de intereses, comisiones por los negocios públicos, compras fantasmas, licitaciones amañadas, etcétera… el mero abuso de la función pública para beneficiarse a sí mismo o a los suyos.

Por el otro, el lado ciudadano también es importante atacarlo. Nosotros los ciudadanos generamos la corrupción que después nos afecta, lanzamos piedras al cielo que después nos descalabran. Pero nos quejamos que México es el País del “no pasa nada”.

Hay que aceptarlo, escondemos la mano todo el tiempo, así somos educados. Empezamos copiando en la escuela, con ‘acordeones’, para terminar de adolescentes asesinando a alguien por conducir en estado de ebriedad o ya de adultos robando el dinero público de los más pobres. Total, en este País “el que no tranza no avanza”.

Me pregunto: ¿Qué pasaría si se aprueba una Ley Anticorrupción en México? Altas multas a quien ofrezca una “mordida”, detención y servicio comunitario a quien reincida, por ejemplo.

Se vale soñar, así empiezan las grandes cosas… ¿por qué no cárcel por traición a la Patria a los servidores públicos corruptos?, después de todo, están traicionando la confianza que los habitantes de esta Nación les deposita con sus votos.

Además, que exista una real reparación del daño, que aquellos irresponsables respondan por sus malas decisiones con sus bienes personales o familiares por las afectaciones. Si un gobernante (o varios) reducen el presupuesto para las clínicas rurales, que los afectados puedan demandar por los daños causados y se les repare el daño causado.

Si, utilizando un ejemplo de la vida real, en el Isssteson insisten en discriminar a aquellos trabajadores enfermos, que se les pueda imputar responsabilidad pública por violar la Constitución de forma alevosa y dolosa (como lo hacen actualmente) y a los afectados les reembolsen no solamente lo que gastaron en atenderse por su cuenta (si tuvieron con qué), sino que además se les pague el deterioro en su salud.

Así, conoceremos a los verdaderos demócratas, los que realmente tienen vocación de servicio a la Nación.

Así, nadie se atrevería a ofrecer un soborno a un policía, pues éste podría multarlo. O, del lado contrario, el policía no buscaría sino la aplicación de la ley, pues el ciudadano que se sienta extorsionado podría enviarlo a la cárcel.

No son imposibles, sucede en países que muchos ya conocemos a unos cuantos kilómetros. Siempre me pregunto, ¿por qué allá sí nos portamos bien?

El costo político

Desafortunadamente estas cosas no suceden en nuestro País porque los gobernantes nos tienen miedo a la hora de tomar decisiones. Los ciudadanos somos tan corruptos y estamos tan acostumbrados a la aplicación laxa de la ley, somos tan amantes de la impunidad, que no lo permitiríamos.

¡Imagínese el caos!: Un nutrido grupo reclamaría al osado gobernante ser el peor represor de la historia, su nivel de popularidad caería al sótano; su partido perdería las próximas elecciones, por lo que incluso sus correligionarios lo desaforarían, habría golpe de Estado, lo fusilarían en el Zócalo y todos diríamos: “Un loco vino a querer robarnos con más impuestos y multas… ¡maldito corrupto! De seguro se quería hacer millonario con el dinero de las multas”.

En La Lupa: Los braceros

Es de todos conocido el problema de los trabajadores braceros y el dinero de sus ahorros que simplemente “se perdió” en medio de la opacidad, la corrupción y el olvido.

Por intereses acumulados, el Estado mexicano debía regresarles cientos de miles de pesos, pero en 2006 resolvieron regresarles 38 mil pesos.

A la señora Imelda León García, de Villa Pesqueira de 79 años, con cáncer de duodeno y ya invidente por las cataratas, desprotegida por los sistemas de salud, le dijeron que le pagarían 4 mil pesos anuales, mismos que solamente recibió en una ocasión.

¿Nueve años y medio para pagarle a una señora de 79 años? ¿De plano no hay alguien con dos dedos de frente? ¿Cuántos están igual, esperando que el dinero que les robaron no sirve únicamente para sus tumbas?



Guillermo Noriega Esparza

Internacionalista, UNAM y director de Sonora Ciudadana A.C.

Correo: noriega@sonoraciudadana.org.mx

Fecha de Publicación: 23/09/2010
 
 

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