Crónica de un día más
Crónica de un día más
Lunes 27 de Septiembre de 2010

Otro día más gracias a Dios. ¡A ver!, ¡a ver!, ¿A donde iré hoy?. Iré a comprar el periódico para ver si viene un empleo para mí. Antes daré un vistazo a las noticias: “Encontraron a 72 inmigrantes muertos en Tamaulipas ; Detuvieron a la Barbie; La niña Paulette muere a causa de descuido de la madre; Mueren acribillados 16 jóvenes en Ciudad Juárez; Diego Fernández de Cevallos sigue desaparecido tras ser secuestrado”. Mejor reviso los empleos: “Se solicita vendedor de calzado; Gane mucho dinero desde su casa; Empresa de seguridad solicita vigilante”; justo en el centro de la página impresa se anuncia el gobierno federal: “4to. INFORME DE GOBIERNO: en el primer semestre de este año hemos generado 534,473 empleos”, solo que no comenta cuantos se han perdido y cuántos trabajadores han visto caer su poder adquisitivo en más del 80%, menos cuantos negocios han cerrado y despedido a sus empleados porque han sido víctimas de la inseguridad en el país.

Por fin encontré un empleo para mi: “Se solicita repartidor en motocicleta para pizzería”. No puedo pedir tampoco un gran empleo porque desde que vivo rentando solo y que tuve que abandonar la universidad porque no tenía ni para el autobús, me ha sido difícil encontrar un trabajo de planta, solamente por contratos y por dos o tres meses. Aunque pensándola bien, si hubiese estudiado seguro anduviera sin empleo y sería mas difícil encontrar ya que existe una larga fila de egresados universitarios esperando una oportunidad, mientras, deben someterse a sueldos míseros y en ocasiones sin las mínimas condiciones de seguridad.

A mis 29 años me siento cansado de buscar y no encontrar un empleo, amistades sinceras, a casa ya no regreso porque no quiero que me vean derrotado. Hace días conocí a Rosy, pero ella pensaba que era narco o un sicario con el que podría darse el lujo de salir cuantas veces quisiera y a los mejores sitios de la ciudad, me enamoré de ella a primera vista y fue en un centro comercial donde la conocí. Al tiempo supe que trabajaba para el Cártel de Juárez y se dedicaba a cobrar el derecho de piso para una banda de narcotraficantes. Creo que fue lo mejor para mi alejarme de ella; aún la recuerdo, era delgada, muy bella, siempre sonriente y con un gran carisma, capaz de seducir desde el más tímido hasta al más galán en afán de conquistador, lo tenía todo, pues fue participante de un concurso de belleza.


Iré a sacar copias para llevar mis papeles a este empleo de repartidor, mientras descansaré en este parque que parece un edén. Me siento debajo de un frondoso y grande arbusto de eucalipto, tomo una hoja y la paso por mis dedos frotando una y otra vez: ¡Mmm, que rico huele!. Estoy a punto de trasladarme de la Tierra a un lugar donde solo se respira la paz y tranquilidad, acompañadas de una sensación de pureza y plenitud espiritual; cuando de repente escucho disparo tras disparo, solo me tiro al piso y a cómo puedo me acerco al tronco del majestuoso árbol. De repente cesan las balas y me paro, observo gente llorando y gritando, patrullas y oficiales uniformados, escucho la sirena de una ambulancia que casi rompe mis tímpanos; recién acababan de asesinar al comandante de la policía municipal y a dos de sus guardaespaldas, también hay seis heridos en el lugar. Acordonan el área y mi edén se convierte de pronto en un campo de batalla donde se ve correr sangre por la calle y se respira miedo e inseguridad, hasta los árboles y flores del lugar se marchitan, las aves cantando ya no están. Justo donde había puesto mis documentos, una bala cruzó la carpeta, dejando un orificio en los documentos que en ella se encontraban. Después de recuperarme un poco del susto y de sentirme como protagonista de una película con un final feliz para mí porque afortunadamente no me pasó nada, voy a la copiadora y la chica que me atiende hace el ajuste necesario a mi documento para proceder con la copia.

Camino un poco, tomo el autobús que me dejará en la pizzería, solo que algunos asientos están caídos y en mis manos queda el moho impregnado de donde me sostengo para no caerme, porque el conductor parece que recibirá la herencia. ¡Como se mueve esto!, casi golpeo con el movimiento al pasajero de al lado, mejor lo hago una y otra vez con la estructura del bus por tal de no dañar a la anciana que viene parada al otro lado mío, mientras un chico de bachillerato viene sentado con su Ipod escuchando música y cantando. Sus cánticos me molestan, hace mucho calor, no funciona el aire del autobús. De repente siento que todo mi cuerpo se mueve y pierdo el equilibrio, no estoy en un avión aunque siento que existen turbulencias y hasta podría jurarlo, son los baches de la calle que desde hace años no han dado mantenimiento.


Una calle antes de llegar a mi destino. El timbre no funciona, grito: ¡Bajan!, ¡Bajan!, el conductor no me escucha pues lleva la música a su volumen máximo. Después del cambio de canción el chofer por fin me escucha y se para, apenas pongo un pie en suelo cuando acelera, por poco me tira en la banqueta, justo tres calles después de la parada oficial. Camino mientras el sol daña mi vista con los rayos tan fuertes y siento como si la suela de mis zapatos queda esparcida por el pavimento. Por fin llego a la pizzería. Señorita: vengo por el anuncio del periódico para repartidor, a lo que ella responde: en un momento viene mi jefe y le atiende. Veo que todos los trabajadores lucen uniforme muy elegante, con vestimenta que hacen alusión a los colores patrios y se respira un ambiente muy agradable de trabajo. Mientras la espera, mis tripas entran en combate al percatarse de que están en un lugar de comida y donde sale un olor pocas veces apreciado por mi olfato. De repente por la puerta del fondo del negocio me habla el gerente, un tipo alto, con cara de enojado y con un gran bigote que parecía que lo había comprado en el Barrio del Tepito: ¡Bienvenido a la mejor pizza de México!, con un tono norteño y golpeado, parecía ser muy gruñón. Va avanzando el momento de la entrevista, para ese entonces ya tenía el tipo los pies en el escritorio y fumando un cigarro, olía raro, no creo que haya sido tabaco. A la media hora me dice: ¡El trabajo es tuyo!; en lo que le agradezco la oportunidad que me da de trabajar en su empresa, me indica que vaya con la cajera, le facilite mis tallas para el uniforme y en una semana me presente a trabajar. Me retiro a mi casa con mi semblante diferente, pues ya tengo empleo.

Voy caminando por las calles de mi colonia, donde solo puedo ver casas abandonadas con paredes pintadas con cientos de rallas y nombres que incitan a la violencia, palabras más, palabras menos de desesperación de un pueblo inmerso en la pobreza, jóvenes en la lucha por conseguir un empleo digno, familias enteras adoloridas por el hambre y la sed de justicia. Solo se ven perros con lepra y sarna cayendo de su cuerpo que se encuentran debajo de una roca con maderas apolilladas y basura que con las altas temperaturas provocan el vómito por la peste misma que ronda por la calles. El silencio se hace presente una y otra vez, minuto a minuto es difícil seguir, pues la soledad se siente hasta en los pasos que doy, puedo contarlos y avanzar pero siento que estoy donde mismo, la calle no termina, a casa quiero llegar. Se acercan unos pasos tras de mí, ¿Es mi sombra?, no, es Toñita que viene de la feria de empleo. En el camino la han golpeado y violado un grupo de jovencitos, ella tiene cara pálida con lágrimas que se escurren por el polvo en su rostro dulce y su mejilla ensangrentada, a pesar de todo, agradeciendo a Dios de estar aún viva. Le ofrezco mi auxilio y se niega, debe ser por el temor y la desconfianza que han sembrado en ella.

Por fin llego a casa, son las cinco de la tarde y aun no he comido, ¿Que hay en el refrigerador?. Ni siquiera hay luz, por falta de pago la cortaron; al menos trataré de lavarme la cara para refrescar mis ideas y pensar que haré en los próximos minutos. Me acerco al lavamanos, ¿Pero como?, han cortado también el agua. Mi garganta ya no puede más, debo beber algo de agua, ¡Vecino!, ¡Vecino!, ¿Tendrá un vaso con agua fría?, ¿Vecino me escucha?; ¡Cielos, está drogado!. Mientras su esposa me ignora y sale con mucha prisa bien maquillada, con unos grandes tacones y una minifalda, quien sabe a donde irá. En cuestión de minutos me regreso a casa, cuando llego está la puerta rota, ¿Pero que ha pasado?. Un ladrón se ha metido, ni una patrulla se ve por ningún lado, ni un vecino que me auxilie. Ya lo ví, ¡Alto!, ¡Alto!, ¡Espera!, ¿A donde llevas mi cadena?, el único recuerdo de mi papá y mi único sostén que tenía para empeñar mientras conseguía un empleo. Salgo corriendo pero el ladrón se logra meter a una casa llena de arbustos secos con telarañas y muchas bolsas blancas que son traídas por el viento. De repente veo una patrulla, ¡Sr. Policía auxílieme que él lleva mi cadena, me la ha robado¡. Para mi sorpresa que el ladrón era un policía que andaba en su día libre y muy amigo de los que en este momento pasaban frente a mi. ¡Ohh, no!.

Ahora me encuentro preso por portar droga, pues resulta que en un descuido de mi parte, el oficial mayor puso en mi bolsillo un paquete con cocaína y ahora me acusan de tirador de droga. Ya han pasado horas, es muy difícil para mí, no tengo un amigo abogado que pueda ayudarme a salir de esto. Se acerca un oficial, es el momento de mi libertad, ¡Por fin!. Me acercan con el juez quien me dicta veinte años de prisión, se me acusa de lavado de dinero, difamación y por si fuera poco daños contra la salud, cuando ni siquiera soy capaz de matar una mosca. ¿Y ahora qué hago?, iré en busca de la justicia, la justicia divina que es mi única salvación al mundo real e injusto lleno de impunidad y corrupción.

Así como hoy pasarán muchos más, sin que me de cuenta de la vida real, solo veo una reja que me limita mi libertad, libertad que me fue quitada y robada de las manos. Me han cortado las alas como aquella ave que al volar las montañas lo hace con tanto regocijo y felicidad, es su vida, vida que para mi ya no lo es. Se han ido mis ilusiones, estoy atado de pies y de manos, solo tengo tiempo para pensar, pensar que algún día la justicia deje de ser tan injusta y la felicidad tan feliz donde pueda entrar en un sueño del que ya no quisiera despertar.

 

 
 

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