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Sin ánimo de “picar cebolla” o hacerle al cizañero, cómo se me hace que la expresión, “los gays no me preocupan, son minoría” que hizo en días pasados el cardenal, Juan Sandoval Iñíguez van con dedicatoria a la persona del jefe de gobierno Marcelo Ebrard con quien el prelado ha entablado la más encarnizada batalla legal y verbal de que tengamos memoria los mexicanos entre clero y gobierno. Por qué, ¿para qué quisiera comprarse un pleito con la comunidad gay el purpurado? Para empezar, no le piden prestado ni el éste ni el otro, mucho menos su corazoncito a la hora en que deciden unir sus destinos con otra persona de su mismo sexo y la ceremonia, por más tintes sodomitas que reúna no la avala el Santo Oficio sino la tutela y sanciona el gobierno de los hombres. Es decir, no agravian con su actos a nadie, --mientras no se afecte a terceros-- como sí siento que lo harían al momento en que decidan adoptar a una criatura sin capacidad de decisión en ese tipo de actos. De ahí en fuera, como decía doña Balvanera (porque alguna vez tuve madre ) haga quien de su cada cual un soberano papalote. Ahora que si de agravios se trata, en todo caso, es la iglesia de don Juan quien queda debiendo por aquello de tantos ataques de curas pederastas, documentados, a lo largo del mundo y que hasta el momento permanecen impunes y las más de las veces, gracias a la tolerancia y la permisividad de que gozaron por parte del divino amparo. Pero, como diría la Nana Goya; esa, esa es otra historia. Volviendo con el affaire verbal que se traen, aquí si que, don Juan dirá misa pero, cualquiera en sus sandalias (las que no se quita por más que la enseñanza del Santo Varón recomienda desprenderse de ellas, “ por no herir las piedras del camino”) estaría más que preocupado con la postura que acaba de asumir el precandidato perredista a la Presidencia de la República, Marcelo Ebrard cuando tajante y sin cortapiza alguna les dijo en relación a la querella que hay entre ambos que, “ las decisiones sobre las leyes en México las van a tomar los órganos representativos que nos hemos dado, llámese Congreso o Asamblea Legislativa o la misma Suprema Corte de Justicia de la Nación, en lo que les corresponda; les guste o no les guste, ese es el orden legal que vamos a defender”. Lo anterior no tiene otro mensaje que éste: Marcelo Ebrard no se desiste de las denuncias que enderezó en contra del purpurado por violentar el artículo 130 constitucional al reprobar las leyes que permiten el matrimonio entre personas del mismo sexo y la despenalización del aborto en el Distrito Federal; otra de la demanda, en contra de Sandoval y de su vocero, Hugo Valdemar, es por difamación, luego de que ambos acusaron al jefe de gobierno capitalino de haber sobornado a algunos ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación para que avalaran dichas leyes. No tengo a la mano alguna de las frases lapidarias que hombre alguno pudiese haber dicho en contra de la Iglesia, pero siento que don Juan Sandoval las acaba de acaparar todas a partir de su encontronazo contra quien, en un descuido, dentro de dos años más podría estar despachando en los Pinos en relevo de Calderón, tras haber pasado por encima de Peña Nieto, de Manlio Fabio, de López Obrador o de Josefina Vázquez Mota, no hay más. En el caso de Creel, ni cómo ayudarlo. Esta última sentencia de Ebrad está como epitafio para cualquiera que decida embarcarse en el sueño eterno este próximo dos de Noviembre: --- Ellos creen que pueden, si alguien no está de acuerdo con ellos, acusarlo de soborno, de corrupción, de lo que sea, y ellos estar por encima de la ley. Se acabó--- Como quien dice, colgarle “el sambenito” a cualquiera que se les antoje, como en los viejos tiempos del vergonzoso Santo Oficio.
Más que un acuerdo por la Seguridad, lo que los nuevos gobernadores electos que habrán de entrar en funciones en breve, hicieron ayer, en su encuentro con Calderón, en Chihuahua, fue pegar un grito de advertencia como anticipándose a lo que les espera apenas pongan un pie en Palacio de Gobierno. Mario López Valdez, por ejemplo, no pudo ser más explícito. Se diría que en la voz del recién electo mandatario se refleja el sentir del pueblo vecino que apenas este pasado lunes vio como el crimen organizado masacró a ocho de sus servidores públicos; cinco policías estatales y tres municipales, sin darles tiempo de nada. Encima se llevaron al tipo que llevaban detenido. -En Sinaloa, los policías se acuartelan mientras los criminales se pasean por las calles- dijo el Malova, en clara referencia al hecho de sangre en referencia y que dejó a ocho familias en el desamparo y el inmenso dolor de haber perdido a sus seres queridos en esta llamada guerra civil, por algunos. Y rubricó el encuentro de los nueve gobernadores electos con Calderón con esta otra frase de miedo que desnuda la cruda realidad de esta guerra: “Hasta pena da ser gobierno, porque no hay autoridad”. Nada faltó preguntar al aire por si alguien lo entendía: -“¡Me estás oyendo inútil”! Y, como dirían los corresponsales de prensa que dan cuenta de la guerra de guerrillas: En algún lugar de la sierra sinaloense, en los linderos con Chihuahua, una sonora carcajada se escuchó a lo lejos. Sugerencias y comentarios; premiereditores@hotmail.com |
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