Durante los funerales de los 14 jóvenes asesinados durante una fiesta en Ciudad Juárez, familiares indicaron que “todo estaba tranquilo, no pensábamos que nos iba a pasar y nos equivocamos, ellos estuvieron en el lugar equivocado".
CD. JUÁREZ, CHIH. La música de los tambores retumbó. Unos 15 danzantes entraron a la parroquia El Señor de los Milagros de Ciudad Juárez: cuatro de sus amigos, integrantes del grupo de danza autóctona, estaban en ataúdes a los pies de una imagen de Jesucristo.
En el interior de la iglesia -donde hoy fueron velados- no cesaron por casi dos horas los lamentos, gritos y gemidos de familiares, amigos y feligreses de la parroquia.
Los cuatro jóvenes fueron asesinados junto con otros diez la noche del viernes cuando festejaban el cumpleaños de un amigo en el patio de una casa por parte de un comando armado.
"¿Cree que ellos estarían felices viéndolo así? Entonces vamos viéndolo bien, no los hagamos sentir mal", dijo Ismael Reyes para dar aliento a su hijo menor, que desfallecía en sus brazos y temblaba, gritando el nombre de sus dos hermanos muertos.
En un espacio pequeño donde las personas tuvieron que permanecer de pie, se llevó a cabo el servicio funerario de los hermanos Ismael y Sotero Reyes Ricario, además de los hermanos Luis Alberto y Roberto Vital. Los demás jóvenes asesinados fueron velados en sus casas.
La madre de Luis Alberto y Roberto aún no se dormía, no sabía dónde estaban sus hijos y los esperaba cuando golpearon a la puerta de su vivienda.
"Un muchachillo que andaba ahí me tocó la puerta: señora, señora. ¿Qué pasó hijo? ¿Que no sabe que fue lo que pasó? Mataron a mi hermano y a tus hijos", relató.
La mujer, originaria de Michoacán, en el oeste de México, así como la familia Reyes, oriunda de Durango, llegaron a Ciudad Juárez hace 15 años en busca de una mejor vida.
"No la encontramos", dijo llorando la madre de Ismael y Sotero.
Sus hijos eran amigos del muchacho que estaba celebrando sus 15 años cuando llegaron a matarlos. Sotero trabajaba en una fábrica maquiladora como operador y su hermano tenía una discapacidad en el habla.
"Eran buenos mis hijos. Esa tarde me dijeron que iban a salir pero no me dijeron a dónde. Se fueron como media hora antes de que pasara esa masacre, si no hubieran llegado no les había pasado eso".
Señaló que las peticiones para las autoridades sobran: "Ellos ya saben y nada han hecho, y este dolor tan grande nunca se acabará porque son nuestros hijos".
Para el hermano mayor de Luis Alberto y Ricardo, esta tragedia destrozó a su familia. "Estábamos bien, todo estaba tranquilo, no pensábamos que nos iba a pasar y nos equivocamos, ellos estuvieron en el lugar equivocado".
"Siento mucho coraje hacia todos. ¿Por qué lo hicieron? ¿Por qué matarlos de esa manera? Mis hermanos no se lo merecían.
“Ellos se la pasaban aquí, en la iglesia. Luis era coordinador de catequistas y ahora destrozaron a mi familia".
El sacerdote de la iglesia dijo que los cuatro jóvenes eran personas conocidas en la comunidad desde hacía varios años. "Son muchachos muy buenos", dijo. "Estuvieron en las circunstancias no debidas y es sangre inocente derramada".
El sacerdote hizo un llamado a la reconciliación y a no guardar rencor. Junto a los féretros, sus compañeros de danza hicieron una guardia de honor.