Así fue como se quedó detenido el tiempo para nuestro reloj del Mercado Municipal; anécdotas, marchantes, “güeritas”, jóvenes, y miles de señoras con su bolsa del mandado vio pasar este reloj que el tiempo se ha encargado de dejar casi en el olvido en el 3er. piso del edificio.
Ahora nuestro reloj que quedó marcando el cuarto para la una, observa como la ciudad crece, y que queda atrás su importancia, su magnificencia, y se pierde ahora entre el humo de los locales de comida y por el paso del tiempo que no perdona.
El reloj del mercado merece un mejor final, o mejor que eso, un mejor lugar para que siga observando y contando a su forma, la historia de Cajeme.
José Mireles
josefmireles@hotmail.com
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