Las buchonas, un fenómeno que crece
Anna G. Lozano / Proceso
Domingo 07 de Novimiebre de 2010

GUADALAJARA, 3 de noviembre (Proceso Jalisco).- En el mundo del dinero fácil y abundante, el que se mueve alrededor de los narcos y la droga, empieza a imponerse un nuevo estilo: el de los buchones, mujeres y hombres jóvenes que suelen reunirse en lugares concurridos de esta gran ciudad. Son parte de un nuevo estrato social en el que conviven y se mimetizan con narcotraficantes, y forman parte ya de la narcocultura.

Al poniente de Guadalajara, donde residen las clases acomodadas, las buchonas deambulan por las calles tapatías y en los centros comerciales de moda deslumbran a la gente. Se mezclan con la socialité y acuden con frecuencia a lugares de diversión, como el Dubai, Element y Vida Divina; y son aficionados a los mariscos, que consumen en lujosos restaurantes como Los Arcos y Perla del Pacífico. También degustan comida japonesa y sus lugares favoritos son el Sushi Dokio y el Nura Sushi.

Son mujeres de uñas largas incrustadas de brillitos o chispas de brillante; pelo lacio, largo y oscuro. Sus cinturas, ceñidas a veces por fajas ocultas, resaltan su esbeltez. Muchas de ellas están operadas y lucen glúteos y pechos voluminosos, labios con colágeno y cejas delineadas. Aun así todas son admiradas por los hombres.

A las integrantes de esta tendencia urbana venida de Sinaloa lo mismo se les ve en antros, bares y restaurantes locales que en palenques y lugares amenizados con música grupera. Acompañantes de hombres que hacen ostentación de derroche y de estas chicas exuberantes, las buchonas se convierten en pasarela…

Ellas visten ropa de marca que exhiben con orgullo: Bebe, Studio F, Baby Phat, Ed Hardy, Coach, Dolce&Gabbana, Louis Vuitton, Gucci y Armani… Las etiquetas y logos se combinan con los destellos brillantes y letras que adornan sus costosas prendas; lo mismo que su calzado, sus lentes oscuros y sus grandes bolsos que compran en los centros comerciales de moda, como Andares y Galerías.

Sus hombres lucen cadenas de oro y diamantes, con los que conquistan a sus variadas amantes. Siempre van armados de sus ininterferibles nexteles… y de alguna que otra voluminosa pistola, aunque sea de uso deportivo y sólo lance balas de salva; son exhibicionistas. Se desplazan en coches y camionetas del año con vidrios polarizados, blindados y decorados.

Cuando circulan por las principales avenidas de Guadalajara los buchones siempre llaman la atención: les encanta quemar llanta y que de sus vehículos retumbe música de banda mientras las mujeres que los acompañan sueltan risotadas: “Así vive un buchón. Disfruta de la poca o mucha vida que queda”, dice una fuente que prefiere permanecer anónima y que tiene acceso a estos círculos.

Aun cuando es cada vez más notoria la presencia de este tipo de jóvenes en los círculos sociales con capacidad de consumo –en los que, de manera consciente o no, conviven narcos y no narcos–, poco se sabe de sus orígenes y de lo que esta tendencia implica en términos socioculturales. El Diccionario de la Lengua Española define así el vocablo buchón: “Dicho del palomo o paloma domésticos: Que se distinguen por la propiedad de inflar el buche desmesuradamente”.

Sin embargo, en Jalisco la palabra se presta aun a diversas interpretaciones. Personas consultadas por Proceso y que se interesan en el fenómeno aseguran que la palabra proviene de Sinaloa. Dicen que a los pobladores de la sierra que “cocinan” (procesan) la droga suele hinchárseles el cuello, de ahí que la gente haya establecido un símil de esta hinchazón con el buche de los animales. Ese habría sido el origen del mote buchón.

Otros aseguran que buchón se deriva de la palabra Buchanan’s, la marca de whisky escocés, toda vez que los integrantes de este grupo social consumen esa bebida, pues “denota estatus y reconocimiento”.

Sin embargo, hoy el término buchón o buchona se aplica a quienes visten de manera extravagante, llamativa y gustan de los narcocorridos. Y aun cuando no todos estén relacionados directamente con el narcotráfico, muchos de ellos son proclives a alguna de las manifestaciones de la narcocultura: ropa, música, vehículos, alcohol.

Fragmento del reportaje que presenta la revista Proceso en su edición de este domingo 7 de noviembre 2010.

 
 

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