Los corridos de época
Sergio Ibarra
Martes 14 de Diciembre de 2010

En la época de los sesenta, en medio del estridente ruido que saltaba—porque no bailaban, saltaban—a la par de las melenas locas y los rebeldes sin causa, luchaba por abrirse paso el género de los corridos, magistralmente interpretados como nadie más lo ha hecho hasta la fecha, por el señorón de la actuación, don Ignacio López Tarso, entre otras cosas, protagonista de un sin fin de las películas que marcarían la época dorada del cine mexicano: “El gallo de oro”, “Macario”, “Pito Pérez”, sólo por citar algunas, sin descontar, por supuesto, aquella magnífica puesta en escena de “El Rey Lehar”, presentada aquí en Cajeme.

Actor, al fin, López Tarso lo mismo daba vida a las leyendas urbanas que a las subversivas andanzas de nuestros guerrilleros dando paso así a la antesala del levantamiento armado de mil novecientos diez. A través de sus bien llevadas actuaciones, México conoció la vida y obra de un Gabino Barreda, Gabriel Leyva Solano y Benito Canales o aquel otro que, venido desde la Francia—don Fernando el Francés--  le cayó a su mujer en los momentos en que ésta recibía la visita del Sancho.

-Abreme  la puerta, Elena, mira que soy tu marido, venido desde la Francia!

Como todas las cosas, el corrido terminó distorsionándose y del heroísmo o la bravura de nuestros personajes que generalmente luchaban a favor del pueblo o causas nobles, a favor de los desprotegidos, se pasó a la apología del crimen como ocurre actualmente con el remedo de bandidos, porque ni a bandidos llegan a quienes se les “ componen” corridos como quien pide una maruchán, escritos en las rodillas, por otro no menos remedo de “ compositor”, en el que se describen sus andanzas en medio del crimen organizado, sin olvidar sus pobres orígenes de humilde campesino y que siendo niño se enseñó a sembrar, hasta llegar a ser hoy el hombre famoso y poderoso, jefe de chacas.

No sé que habrá dicho en su tiempo la generación del porfiriato al respecto de los corridos de la época, pero sea cualquiera que haya sido su opinión, no pudo con la opinión generalizada del respetable que aceptó y sigue aceptando, de buen agrado, la bella época del corrido mexicano que en buena manera, también, se contrapone a la idea generalizada de que la historia la escriben siempre los triunfadores.

Y para mayor muestra, ahí están las letras en las que se ensalza la figura de un Pancho Villa y sus dorados; “Canten jilgueros y cenzontles sin parar y que sus trinos se oigan en la serranía/ y cuando vuelen bajo el cielo de Parral lloren conmigo por aquel Francisco Villa”, no obstante a que la historia cuenta que fue el paisano don Alvaro Obregón, el invicto de la revolución, vencedor, además del también llamado Centauro del Norte.

De hecho, actualmente hay gente dedicada al estudio y la interpretación del corrido a cuyo género se han dedicado algunas toneladas de tinta y papel. Para acabar luego, son parte de la esencia del pueblo mexicano porque en ellos está escrita buena parte de nuestra historia. De ahí que no hay comparación entre el corrido auténtico ese que nace para contar y cantar las correrías del mexicano, sus tragedias, se heroísmo, su entrega a las causas del pueblo y ese otro que nace a la luz de los dólares en las que se intenta, sin lograrlo, dar vida al pelagatos que nació como criminal y como tal se queda. De los “ intérpretes”,de tales corridos, ya ni hablar. Son tema de otra ocasión que ojala no llegue nunca.

Y lo que son las cosas. Una información que aparece en la mayoría de los periódicos de ayer, vino a dar, sin  querer, el tema a los presentes renglones. Se trata del obispo de Michoacán, Fabio Martínez Castilla quien aprovechando la víspera del día de la virgen de Guadalupe, saltó a la palestra para hacer un llamado a los criminales que últimamente han venido descargando su furia en contra del pueblo purépecha y pedirles que por favor, hagan una tregua.

 Para aquellos que son de corazones duros y ciegos, y en la víspera de la guadalupana, a que, como todos, volvamos los ojos hacia nuestra madre, en este caso la Virgen María para pacificarnos.

Lo anterior nos trajo a la mente el diálogo que sostiene el llamado padre Capellán con el insurrecto de aquellos años, Benito Canales, en donde le pide que, por el amor de Dios y de su madre, entregue  las armas.

Por desgracia, las súplicas no llegaron a los oídos que siguen en pie de guerra en contra del supremo gobierno, como tal rezarían en sus estrofas el corrido, porque la violencia sigue campeando en la tierra en que gobierna el PRD a través de su ex dirigente nacional, Leonel Godoy y por tal, mantiene en jaque a las máximas autoridades representadas por su general en jefe, don Felipe Calderón y sus segundos de abordo, los titulares de la Defensa y Marina, lo mismo que el Procurador de la República, Arturo Chávez.

A propósito de los festejos guadalupanos, para los que apuntan, desde que el columnista tiene uso de razón, cada año es la misma canción en la víspera del doce de diciembre; cuando no se descarrila un tren, explota una bodega en donde se guardaban los fuegos artificiales, dejando una docena de muertos, se estrella el camión en que viajaban los peregrinos y por igual, el chofer del trailer se da a la fuga dejando una estela de muertos y heridos y ahora….lo que faltaba!.

En Tecalitlán --- de Cocula es el mariachi y de Tecalitlán, los hombres?--, un ataque armado, ocurrido en una fiesta en la que se celebraba el rito guadalupano, dejó un saldo de trece muertos y más de treinta heridos.

Aquí en Sonora, en Sonoyta,  en un evento en el que seguramente nada tuvo que ver el fervor guadalupano, fueron localizados cinco ejecutados lo que vuelve a ponernos en guardia a todos, sobre todo a los paisanos que nos visitan allende la frontera.

Diciembre, por lo visto, se ha encaprichado en golpear al medio periodístico; primero, con la muerte del amigo y colega, Adrián, el Chacho Barrera, fallecido en días pasados, después con la muerte de la señora madre de nuestros amigos, Francisco, Benjamín y Juvenal Pérez Díaz y ahora, el sorpresivo deceso del reportero del Canal Dos, Arturo Campos Hernández a quien teníamos el gusto de conocer desde mucho tiempo atrás. Descanse en paz el colega y que la resignación llegue pronto a sus seres queridos.

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