Jorge A. Lizárraga Rocha
En estos días previos a la Navidad, Natividad del Señor, mucha gente anda pensando en que “debe de regalar algo a sus seres queridos”; bueno, no todos, algunos nos escudamos en que debemos celebrar el verdadero sentido de la fiesta navideña, festejar al cumpleañero, alegrarnos de que El Salvador vino a cumplir su misión y por tanto concentrarnos en ello, haciendo a un lado la futileza de “tener que regalar algo”.
Sin embargo, no se puede uno desligar completamente de las formas mundanas de celebrar estas fechas decembrinas, así que, para darle gusto a mi esposita, quien me preguntó qué quería de regalo para navidad, me puse a pensar en algo útil y que valiera la pena, y darle el gusto de regalarme algo.
Me puse a ver qué necesidades tengo y se me ocurrió que quizás una camisa no me caería mal, fui al ropero (bueno, al closet, pero ropero se oye más mexicano) y revisé de qué color podría servirme una camisa; me di cuenta de que tengo diecisiete camisas, que cubren en exceso todos los colores que necesito, incluso algunas con colores que da vergüenza usar, pues te podrían confundir con miembro de algún partido político, que gracias a Dios no soy miembro de ninguno ni por asomo.
Con esta incursión a mi ropero me di cuenta de que en realidad tengo camisas en exceso, que algunas hace meses que no utilizo, y no nada más por eso de los colores vergonzosos, sino que en realidad no hay necesidad de tener tanta camisa. Busqué algunas otras prendas de vestir y otra vez encontré que tengo ropa de más, baste decir que encontré prendas de vestir y de calzar que hace muchísimo no uso y que quizá podrían servir a otras personas, pues con el paso del tiempo estoy convencido de que dichas prendas se han encogido y ya no entran tan fácilmente.
Me puse a pensar, aunque algunos lo duden, sobre la necesidad de hacer un mejor ejercicio de planeación en cuanto a las cosas que realmente necesitamos para cubrir nuestras necesidades, no solamente en lo que se refiere al vestuario, sino a muchas cosas e incluso actitudes que tenemos de más.
Así, se me ocurrió que no es necesario contar con tanta ropa, motivo de esta meditación, que teniendo la suficiente para no “parecer fotografía”, como nos decían nuestras madres cuando usábamos los mismos pantalones de mezclilla y camisetas todos los días, nos la pasaríamos cómodos y bien vestidos, para darle gusto a los demás pues muchos de ellos y ellas te juzgan por tu forma de vestir. Aunque en realidad eso no debería de molestarnos.
En cuanto a aparatos eléctricos, electrónicos y todas esas cosas que han invadido las vidas de muchos y los han aislado del mundo real, también considero que con una buena computadora para entrar a internet, un teléfono celular que sirva para hablar por teléfono y te sirva de reloj, un toca Cds para escuchar música, una televisión con antena aérea para ver los canales locales, nos debería de bastar para permanecer en contacto con el mundo exterior.
Sinceramente no le veo el caso a tener esas cosas llamadas ipods (creo que así se llaman) con las cuales cuentas con capacidad para almacenar 8,000 canciones (¿Cuándo las vas a oír?), estar continuamente conectado a las redes sociales, desconectándote de tu familia, y competir con los demás por ver quién tiene el más moderno; también le veo poca utilidad a estar conectado a la televisión por cable con bien muchos canales, pues por lo general sólo vemos una cuantos siempre, pero pagamos por todos los demás los veamos o no, y localmente se han adueñado de los juegos de beisbol y los deportes en general, cuando el chiste de los deportes es, primero practicarlos, pero para los que ya se nos dificulta su práctica, el ir al estadio a disfrutarlos en vivo y a todo color, sonido y sabor.
Otro exceso en que hemos caído como sociedad es el de ver demasiados noticieros, hay quienes se desayunan, comen y cenan viendo las “noticias” que desgraciadamente a nivel internacional no son más que crónicas de desgracias, violencia y abusos ejerciendo el poder que les da el tener dinero a unos cuantos grupos “privilegiados”. Adicionalmente, las mismas noticias se repiten constantemente hasta que salen otras más extremosas.
Finalmente, y para no exagerar en cuanto a excesos, solamente quiero mencionar el exceso de “servidores públicos” con que contamos, algunos electos por nosotros mismos para sus puestos y después renegamos por el dineral que nos cuestan y los dispendios insultantes en que caen, y otros nombrados por las autoridades para cubrir puestos inútiles en la enmarañada maquinaria burocrática que son nuestros sistemas de administración pública.
En fin, y retomando el tema que inició este seudo-escrito: tengo diecisiete camisas y con ellas es más que suficiente para cubrir mis necesidades, definiré cuál es el número de camisas óptimo que necesito y cuando llegue a ese número ahí me quedaré y sustituiré las que se vayan deteriorando. ¿Tú cuántas camisas tienes?
Por lo pronto, para estas fiestas navideñas, agradeceré a mi esposita su intención de regalarme algo y le pediré que nos concentremos en la verdadera festividad que debemos de celebrar.