Los primeros cajemenses conocieron a la Laguna del Náinari como un lago natural formado con las aguas de lluvia que, desde el oriente de la ciudad, fluían a través de arroyos que desembocaban en este lugar, el área más baja del plano citadino.
Era en temporada de lluvias cuando la Laguna crecía y atraía a paseantes del viejo Cajeme que desde aquí volteaban a ver la hacienda de mi general Obregón y se refrescaban en verano bajo la sombra de los árboles.
Unos venían a cazar patos, otros a nadar y la mayoría a disfrutar del paseo campestre.
Pasaron los años y poco a poco la Laguna dejó de ser un punto retirado de la ciudad y pasó a formar parte de la mancha urbana, pero aún así no ha perdido el atractivo que seduce a los cajemenses todos los días del año y a todas horas.
La han llamado "la novia de Cajeme", una frase cursi según la opinión de algunos, pero muchos viejos de hoy recuerdan con nostalgia las tardes que pasaron aquí en compañía de la primera novia, el primer amor. Uff!